ARTHUR RAMBO VS KARIM D.
“Aprendí a reconocer la completa y primitiva dualidad del hombre; Me di cuenta de que, de las dos naturalezas que luchaban en el campo de batalla de mi conciencia, aun cuando podía decirse con razón que yo era cualquiera de las dos, ello se debía únicamente a que era radicalmente ambas.”
De “El extraño caso del Dr. Jekill y Mr. Hyde”, de Robert Louis Stevenson
“La otra Francia”, la que es francesa, pero nunca se han sentido como tal, la de padres inmigrantes, la de otro color, otras costumbres, la que crece en la periferia, la que siempre está excluida de esa Francia oficial, de esa Francia burguesa, bien pensante y de derechas. Esa otra Francia ha sido muy retratada por el cineasta Laurent Cantet (Melle, Francia, 1961), y más centrada en su juventud, como el joven ingenuo de Recursos humanos (1999), que cree que ayudará a conciliar entre empresa y trabajadores y acaba siendo un esbirro más, el joven haitiano de Hacia el sur (2005), que encuentra en las mujeres blancas y solas una forma de vida, los jóvenes alumnos de Entre les murs (2008), y aquellos otros que pululaban por el Taller de escritura (2017). Todos jóvenes que empiezan a darse cuenta de la realidad de Francia, una verdad que dista mucho de las proclamas de libertad y demás, porque ellos viven en un espacio aparte, donde no llega esa Francia de principios, valores y oportunidades.
Como hiciera en El empleo del tiempo (2001), en la que se basaba en un caso real muy mediatizado, en el que un joven desempleado miente a su familia inventándose un trabajo en las Naciones Unidas, Cantet ha mirado a la realidad de Mehdi Meklat, para crear una ficción que lleva el nombre de Arthur Rambo, pseudónimo de Karim D., un joven de la periferia que se ha convertido en el autor de moda, después de escribir un novela basada en las vivencias de su madre argelina. Aunque lo que parecía el ascenso de alguien sin nombre que llega a la cumbre y se codea con la Francia respetable, se convierte en una pesadilla cuando salen a la luz los tuits de su alias Arthur Rambo, un personaje inventado que lanza mensajes de odio y violencia en Twitter. El cineasta francés logra concentrar todo ese mundo despiadado y sin control de las redes sociales, en un exquisito y brutal guion que firma junto a Fanny Burdino y Samuel Doux, que ya colaboraron juntos en las películas El creyente, de Cédric Kahn y Carole Matthieu, de Louis-Julien Petit, en una trama acotada en solo dos días, en una road movie urbana en que la seguimos sin descanso a Karim/Arthur, en un juicio intenso y sin descanso en el que es sometido por todos: los responsables de la editorial, su editor, sus íntimos, su familia, y por él mismo. Todos quieren saber el porqué.
La película no busca culpables ni inocentes, sino que hace un análisis profundo y detallado sobre el funcionamiento de las redes sociales, ese espacio infinito, que alcanza a todos y todo, como los mensajes sobreimpresionados en la pantalla que empiezan siendo legibles para poco a poco, y a medida que avance el acoso contra el protagonista, a llenarse sin descanso y ocupando toda la pantalla y contaminándola abruptamente. El ritmo de la película se acoge al estado de ánimo del personaje principal, con la vertiginosidad del primer bloque para pasar a un tempo más lento, más de quietud, más de reflexión, donde el personaje va de la cima al fango, o lo que es lo mismo, pasando por las dos Francias, la del brillo del éxito y la cumbre a aquella otra, la de la periferia, la de la inmigración y la de la miseria, en un grandioso trabajo del cinematógrafo Pierre Milon, que ha trabajado en todas las películas de Cantet menos en la primera, y en buena parte de la filmografía de Robert Guédeguian, y el no menos espectacular ejercicio de montaje de Mathilde Muyard, que ya estuvo en Taller de escritura.
Una película basada en el particular vía crucis de un personaje que debe mirarse en su interior, y descubrir quién es o por lo menos, no olvidarse de dónde viene, sin entrar en juicios ni nada por el estilo, solo dejándolo enfrentándose a él, y al resto, necesitaba un intérprete que lo transmitiera todo con una mirada o un gesto, porque después de escupir tanta violencia verbal por Twitter, ha llegado el momento de callar y reflexionar. Un actor excelente en la piel de Rabah Naït Oufella, que muchos recordamos como uno de los alumnos del profe François Bégaudeau de Entre les murs. Le acompañan el gran trabajo de Bilel Chegrani como el hermano pequeño, que tiene a Karim como un espejo donde mirarse que se le viene abajo después del escándalo, Antoine Reinartz es el editor que también pregunta e intenta comprender, Sofian Khammes es Rachid, el íntimo de Karim, que lo rechaza, y demás intérpretes que, como suele habitual en el cine de Cantet, componen unos individuos complejos, de grandísima naturalidad y que nos seducen con su humanidad.
Cantet es de esos cineastas que encuentra en la realidad más inmediata, en esa realidad que se amontona a diario, el germen perfecto para abordarla, pero siempre desde el análisis profundo, en el que florecen una gran complejidad, en sus crónicas sobre la Francia que ha crecido con él, multicultural, diferente, cercana, desilusionada, abandonada, invisibilizada y protagonista cuando se trata de lo más oscuro y perverso, con Karim D./Arthur muestra a un ser sumamente complejo, de múltiples rostros con sus tuits, una especie de Dr. Jekyll y Mr. Hyde, dos tipos en solo uno, o quizás la mitad de otro que todavía no conocemos, el joven creador de la periferia que ha retratado a los suyos de forma veraz y auténtica, pero también, el hater sin filtros que ataca violentamente contra los suyos y todos los de la periferia. La película no juzga, deja al espectador que sea testigo y saque sus propias conclusiones, si es que es capaz de sacar alguna, el debate está candente sobre las redes sociales y todo lo que las envuelve, entre ese mundo virtual y el de aquí, que cada vez parece más virtual, o quizás ya lo es. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA