Pájaros enjaulados, Oliver Rihs

HASTA QUE ESTEMOS MUERTOS O LIBRES.

“Decir la verdad es siempre revolucionario”

Antonio Gramsci

Resulta muy curioso que, las tres últimas películas provenientes de Suiza que se han estrenado entre nosotros están basadas en hechos reales, y todas tiene al estado represor como protagonista. La primera, El orden divino (2017, Petra Biondina Volpe), sobre un grupo de mujeres que se alzan contra la prohibición de votar en el país en 1971. La segunda, Mis funciones secretas (2020, Micha Lewinsky), centrada en el escándalo que supuso que en 1989, el estado espiará a un grupo de teatro de izquierdas). Y ahora, nos llega el caso de Barbara Hug, una afamada abogada de izquierdas, y su relación con Walter Strüm, el apodado “rey de las fugas”, durante la década de los ochenta. Las dos son personas que arrastran el peso traumático de familias que no los quisieron, y luchan contra esos demonios rebelándose contra un estado que oprime y violenta a todos aquellos que se levantan ante las injusticias, como deja clara la secuencia de apertura de la película, con esa manifestación de protesta y la policía atentando y deteniendo violentamente a muchos de los manifestantes, y mientras, Strüm aprovecha el desorden para escapar.

El director Oliver Rihs (Männedorf, Suiza, 1971), lleva más de dos décadas produciendo y dirigiendo películas. Con Pájaros enjaulados (que tiene el subtítulo: “Hasta que estemos muertos o libres”), séptimo título de su filmografía, construye una película edificada en aquella Suiza que pretendía ser moderna, y seguía manteniendo cárceles siniestras donde se torturaba indiscriminadamente a los presos, amén de una represión contra todo aquel que protestaba ante los abusos de poder. La película, muy bien ambientada y llena de detalles históricos, nos sitúa en un despacho de abogados idealistas que defienden a todos los activistas de izquierdas, en el que sobresale la figura de Barbara Hug, “Babs”, como la llaman sus camaradas, una mujer de salud delicada por sus problemas renales, que necesita de diálisis y una muleta para caminar, se erige como una sólida y luchadora nata contra el estado y la misión de acabar con el sistema penitenciario de la edad media, y encuentra, por azares del destino, la figura de Walter Strüm, encantador y atractivo, además de un célebre preso, con el récord de fugas y atracos a bancos de la historia de Suiza. Un tipo que le servirá para luchar mejor contra ese sistema represor.

La cinta consigue una atmósfera acogedora y muy íntima, describiendo con naturalidad y detalle todo el activismo político de izquierdas en aquella Suiza ochentera, con las continuas idas y venidas a la vecina Alemania, con la presencia de la RAF, la facción del Ejército Rojo, las casas comunas del partido y demás componentes, un gran grupo de idealistas que a su manera creyeron que las cosas podían ser de otra manera. Pájaros enjaulados es una película muy física, siempre está en continuo movimiento, los personajes envueltos en una energía desbordante, van de aquí para allá, movidos por sus inquietudes y su fuerza de lucha incansable. La película nos habla del concepto de libertad, de esa idea compleja de ser o sentirse libres, y lo hace bajo dos formas muy diferentes pero que en cierta manera, se atraen, personalizadas en las figuras de Hug y Strüm, dos personas que ven la libertad desde conceptos muy alejados, que se pasaron su vida luchando para conseguirla, aunque como suele ocurrir, una se siente más libre cuando trabaja para algo que cuando finalmente se consigue.

Otro de los elementos que más brilla en la película, y más en una película de estas características es la interpretación de todos los personajes, unos individuos de carne y hueso, alejándose al máximo de esa idea romántica de los ideales políticos y demás, con sus relaciones, discusiones y conflictos. Destacan las composiciones de Jella Haase, como una joven idealista, Philippe Graber, al que ya vimos protagonizando la citada Mis funciones secretas, como un compañero abogado de Hug, Anatole Taubman como uno de esos fiscales fascistas del estado, Bibiana Beglau, como una líder del activismo de izquierdas alemán, Pascal Ulli, otro de los compañeros abogados de Hug. Una gran pareja protagonista. Por un lado, se encuentra Joel Basman, que le hemos visto en películas de Andreas Dresen, y en Vida oculta, de Malick, se mete en la piel del escurridizo y encantador delincuente Strüm, un tipo complejo, machacado emocionalmente por su pasado y su difícil relación con su padre, es un hombre independiente, un culo inquieto, y alguien que entendía la libertad como una forma de ser, individual y egoísta.

Frente a Basman, tenemos a Marie Leuenberger, la actriz berlinesa que ya nos encantó como protagonista en la mencionada El orden divino,  metida en la piel y el rostro de la fascinante Barbara Hug, con ese cuerpo herido, y esa mente inquieta e inteligente, atrevida y compleja, que no decae en ningún instante, con su fortaleza y su vulnerabilidad, atraída por completo con la figura de Strüm, independiente y cercana, una de esas mujeres anónimas que cambiaron muchas cosas y la historia no las reivindica como se merecen. Rihs ha construido una estupenda película, porque no embellece y heroiza a sus protagonistas, sino que los presenta con sus virtudes y defectos, con todo lo que son y sobre todo, su humanidad, no los acerca y los mira de frente, a su altura,  que nos acerca a dos figuras que no conocíamos, y además, nos hace reflexionar sobre todas aquellas personas que antes que nosotros se preguntaron que es la libertad, y no solo eso, se activaron con luchas, reivindicaciones y su férreo activismo para si no alcanzarla, acercarse a ella lo máximo posible. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

 

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