Bosque maldito, de Lee Cronin

TU HIJO ES EL MAL.

“Are you a witch, or are you a fairy? Or are you the wife of Michael Cleary?”

[«¿Eres una bruja? ¿Eres un hada? ¿Eres una mujer que murió asesinada?»]

(Canción infantil irlandesa)

Sara es una mujer que quiere huir de un pasado de maltrato y para ello, junto a su hijo Chris decide instalarse a las afueras de un pueblo de leñadores, donde tanto ella como su vástago empezarán una nueva vida entre su trabajo en una tienda de objetos y el nuevo colegio de su chaval. Aunque, todo lo que parece tranquilo y en paz, se torna diferente, extraño, como si su hijo estuviese cambiado, como si fuese otro. Sara deberá enfrentarse a sus problemas internos de olvidar su pasado y hacer frente a un presente endiablado en el todo parece indicar que se debe a un gigantesco cráter en mitad del bosque. El director irlandés Lee Cronin que ya había despuntado en el mundo del cortometraje con películas como Ghost Train (2013) en el que nos contaba una historia sobre dos hermanos, un parque de atracciones abandonado y una misteriosa muerte del pasado, con el que arrasó en premios por los festivales. Ahora nos llega su puesta de largo con un relato intimista y doméstico que protagonizan dos personajes, una madre que intenta construirse una nueva vida huyendo de la violencia y un hijo Chris que empieza en una nueva escuela, en otro ambiente y en otra casa.

El director irlandés construye una atmósfera arquetípica con esa casa alejada del pueblo y ese bosque frondoso y apabullante tan cerca, como deja bien claro en sus interesantes títulos de crédito iniciales con esos planos cenitales y amenazantes sobre el automóvil que transporta a los protagonistas que recuerda a aquellos homónimos de El resplandor. Cronin juega bien sus cartas y sabe extraer de lo mínimo lo máximo, moviéndose por un paisaje conocido que ya había transitado por sus anteriores trabajos, cuidando la estética para realzar ese ambiente opresivo y siniestro que amenaza constantemente a las vidas de los protagonistas, y en esa idea de menos es más, como los demás personajes, breves pero muy intensos, que saben mucho más de lo que cuentan o aparecen para crear más confusión a la protagonista, en la disyuntiva de la película, entre el mito y la realidad, entre la realidad y la ficción, entre lo que arrastra ella y lo que realmente sucede en el lugar.

Cronin no oculta sus referencias, de hecho la película no esconde sus huellas cinematográficas, sino todo lo contrario, las renombra construyendo un sincero y mágico homenaje a todas ellas, como el hijo pródigo que recuerda la herencia magnífica del padre, en la que la ciencia-ficción estadounidense de los cincuenta y sesenta tienen una especial relevancia en sus imágenes con esa idea de la invasión extraterrestre silenciosa, la que llega sin hacer mucho ruido como Vinieron del espacio (Llegó del más allá), La invasión de los ladrones de cuerpos o El pueblo de los malditos, entre otras, o algunos grandes títulos de los setenta en la que se hace referencia a esos niños malvados como aparecían en La semilla del diablo, El exorcista o La profecía, el mal convertido en lo más cercano, en lo más querido y la lucha encarnizada contra esas fuerzas malignas e invisibles. El director irlandés nos conduce pausadamente por su relato sin hacer mucho ruido, en una trama misteriosa in crescendo, como ese personaje de la vecina, la tal Doreen (interpretada por Kati Outinen, fiel actriz del universo de Kaurismäki) una mujer rota y ausente, una especie de zombie o fantasma, que vaga por el recuerdo de la muerte de su hijo, que viene a advertir a la protagonista que no se deje guiar tanto y busque en su interior, en aquello que siente, en lo más visceral, o la siniestra conversación con el marido de Doreen donde descubrimos una verdad que se oculta por miedo o simplemente por desconocimiento de la auténtica verdad.

Una película que tiene a sus intérpretes en otra baza esencial en un cuento de terror que inquieta y abruma, como la excelente interpretación de Seána Kreslake dando vida a Sara, una mujer atormentada que escapa de un fuego para meterse, muy a su pesar, en un infierno maligno y desconocido, bien acompañada por James Quinn Markey, que debuta en el cine con el personaje Chris, el pequeño adorable convertido en un demonio terrible, que nos recuerda a la pinta que hacía el chaval de El cementerio viviente, la versión del 89, basada en una novela de Stephen King, especialista en crear relatos donde el terror suele ser doméstico y muy cercano, donde la maldad nos acaricia y se desata en nosotros o muy cerca. Una película de terror convencional que consigue lo que se propone con pocos elementos y mucho acierto, hacernos pasar un rato de miedo, un rato lleno de intriga, un rato tenebroso, donde todo se debate entre aquello que somos y en quién nos podemos convertir, entre la leyenda y la realidad, entre lo que sentimos y lo que vemos, entre aquello desconocido y oculto, sea o no de este mundo, o en realidad, pertenezca a nuestras peores pesadillas, la película y su relato nos invita a descubrirlo. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

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