“Pienso que es muy importante incorporar la metáfora y la poesía al cine de contenido, nunca es una contradicción, todo lo contrario. Yo creo que con la metáfora y la poesía tú logras enganchar al espectador y contar una historia de manera más interesante, más indirecta, más misteriosa, que provoca una reflexión de otro tipo”.
Patricio Guzmán
Noche de cine y segunda visita a los cines Zumzeig. Elegimos Nostalgia de la luz (2010), de Patricio Guzmán. El destino ha querido que también sea la segunda vez que vea este maravilloso, certero y poético documental del maestro chileno, la primera vez, porque siempre hay una primera vez, fue en L’alternativa de hace dos años. A parte de que me apetecía muchísimo volverlo a ver en pantalla grande, que es dónde mejor se miran las películas, se añadía que la persona que me acompañaba todavía no la había apreciado en un cine. ¿Cómo empieza esta película? El cineasta sudamericano nos invita a viajar hacía el otro lado, o en este caso, podríamos decir, a otro mundo, porque el desierto de Atacama, situado en Chile, parece un lugar que no pertenece ni se parece a ningún lugar que hayamos visto con anterioridad. En esa vasta tierra, la más árida de todo el planeta, se extiende una superficie de más de 100.000 km2, dónde no se desarrolla ningún tipo de vida animal ni vegetal. En ese imperio de desierto, se hallan los telescopios más potentes del planeta y un buen puñado de los mejores astrónomos que desarrollan allí su trabajo. Unos científicos que observan las estrellas para rastrear el pasado, para averiguar de dónde venidos y hacía dónde vamos, cómo explica el primer entrevistado de la película. Luego, conoceremos a un arqueólogo, que también estudia el tiempo que fue para entender en el que estamos. Unas entrevistas, que conduce el propio director, nos van acercando a un mundo muy lejano para los espectadores, pero que si miramos detenidamente, esta más cerca del que creemos. Pero, ¿Hacía dónde nos quiere llevar Patricio Guzmán con su película? ¿Qué nos quiere contar? También, en ese lugar, en ese desierto, hay un grupo de mujeres anónimas que también buscan, cómo los científicos rastros en el pasado, pero no en las estrellas ni el espacio, sino bajo tierra, unas mujeres que buscan los restos de sus desaparecidos, miles de familiares que la dictadura de Pinochet borró de la faz de la tierra, sepultándolos impunemente lejos de los suyos para que no pudieran ser hallados. Son mujeres incansables, fuertes, mayores algunas de ellas, que continúan una tarea ardua y agotadora diaria. Luchan contra el olvido y a favor de la memoria. Nostalgia de la luz, nos habla del olvido, de la memoria y de la ausencia, utilizando un ritmo pausado, cómo si nos estuvieran susurrándonos al oído, las imágenes y la voz de Patricio Guzmán nos abrazan suavemente para contarnos algo terrible y demencial, algo que no debería haber pasado, pero ocurrió. Su relato, cómo su cine, es un cine de resistencia, de dar voz a los que ya no están, ofrecer un espacio a los que los buscan, a los que siguen luchando, una batalla feroz y endiablada contra un olvido que pesa y duele y no deja respirar. Tanto los científicos, como estas mujeres son buscadores, unos buscan en las estrellas, y otras, en la tierra, rastrean las cicatrices del pasado para poder seguir hacía delante. El cine de Patricio Guzmán está vertebrado por la memoria, un cine que nos interpela directamente a los espectadores, que nos descubre los horrores de la dictadura de Chile, que nos ofrece luz para que nos acerquemos a un tiempo y lugar dónde para muchos chilenos no existía la luz. Recordar es una obligación, olvidar está totalmente prohibido.