Sexo, maracas y chihuahuas, de Diego Mas Trelles

SMC_Cartel_ESEL CHICO QUE CONQUISTÓ HOLLYWOOD.

El mundo del espectáculo está lleno de nombres que en su día fueron grandes,  pero el implacable paso del tiempo los ha ido olvidando, dejándolos ocultos en las grietas de una memoria asfixiada por la actualidad. Xavier Cugat (1900-1990) fue una de esos nombres, nacido en Girona, luego, junto a su familia emigrado a Cuba, donde despuntó como violinista precoz, de allí, guiado por el tenor italiano Caruso, a conquistar la gran manzana, y acabar instalado en Hollywood, en la meca del cine, donde destacó como arreglista y director de sus orquestas, amenizando con ritmos latinos las noches sin fin, primero en la radio, y luego, en clubs, salones de hotel y casinos controlados por la mafia. Su fama y popularidad lo llevó al cine, en el que participó en películas musicales, rodeado de grandes estrellas, en las que hacía de sí mismo y en otras, actuaba. Fue un gran coleccionista de dinero y mujeres, principalmente jóvenes, que descubría, y las convertía en cantantes y bailarinas en sus espectáculos, y sobre todo, amantes (llegó a casarse en cinco ocasiones).

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El director Diego Mas Trelles (argentino de nacimiento, con nacionalidad francesa), fogueado en televisión realizando documentales,  ha rastreado hemerotecas, archivos y filmotecas para rescatar fotografías, imágenes y todo tipo de material para reconstruir la vida y milagros de Cugat, “Cugui”, como lo denominaban en Hollywood. La película se adentra en sus inicios miserables y de fatiga, de emigración, para situarse en su época en Hollywood, en la “Fábrica de sueños”, en ese lugar maravilloso de palmeras, sol, chicas guapas, grandes sumas de dinero, y lujo por doquier. Un mundo dominado por las apariencias y el hedonismo, donde Cugat apareció en el momento justo, con su música, sus ritmos latinos, la rumba como especialidad de la casa, que hacía bailar hasta el amanecer, creando un fabuloso mundo de juegos, colores y diversión que actuaba como vía de escape de una realidad oscura y triste, con miseria, guerras y hambre. Mas Trelles construye su película a través de una estructura lineal, un found footage admirable, de ritmo vertiginoso y lúcido, en el que hay cabida para todo tipo de géneros, el drama, el musical, la novela rosa, y el espectáculo elevado a la máxima potencia. Un retrato humano sobre alguien que creyó en sí mismo, y trabajó para conseguirlo. Del blanco y negro al color, imágenes que nos trasladan a otro tiempo, en el que vemos a un Cugat anciano que va narrando aquellos momentos vividos, y además, escuchamos los testimonios de músicos, historiadores y demás personajes que, de alguna manera u otra, conocieron o admiran a Cugat, y descontextualizan su legado artístico, y su figura en el mundo del show business.

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Un hombre de su tiempo, que era un gran dominador de la escena, tanto dentro como fuera, empresario, y vendedor de su imagen a ultranza, vendió todo tipo de productos con su imagen (era un gran caricaturista), e incluso chihuahuas, todo aquello que se pudiese vender, Cugat lo vendía. Su don de gentes le hizo rodearse de la gente bien posicionada, los nombres legendarios de Rodolfo Valentino, Fred Astiare, Frank Sinatra, Rita Hayworth (que descubrió y bautizó artísticamente), Lana Turner, entre muchos otros, e incluso trabajó para Al Capone, personajes de un mundo ya perdido, olvidado, de un mundo en el que todo era posible, en el que los sueños se hacían realidad, con música, dinero, mujeres y lujo. Una película que rescata de la memoria, y reivindica una figura esencial en el mundo de la música latina, que abrió muchas puertas a otros que vendrían, y además retrata a un “bon vivant”, alguien que se hizo a sí mismo, que se vendió como nadie, y acabó sus días viviendo en el Hotel Ritz de Barcelona, con peluquín y arrugado, resistiéndose a envejecer, vendiendo extravagancias (un toque Daliniano que siempre le acompañaba) moviéndose en un flamante Rolls Royce por la ciudad, explicando sus años en Hollywood, y quién fue, genio y figura hasta la sepultura, al que siempre le gustaba estar acompañado de alguna mujer, aunque no lo amasen, a él le daba igual, porque el si que las amo, vivió en una continua fiesta de dinero y mujeres, como la canción de Julio Iglesias, siempre rodeado de gente y bellas mujeres, huyendo de esa soledad que no le gustaba.