LA EMPLEADA AURORA.
“Cuando el trabajo es un placer la vida es bella. Pero cuando nos es impuesto la vida es una esclavitud”.
Maximo Gorki
Viendo el nombre de Ken Loach y Rebecca O’Brien de Sixteen Films como unos de los productores podemos hacernos una idea sincera de por dónde irán los tiros de On Falling, ópera prima de Laura Carreira (Porto, Portugal, 1994), que nos sitúa en la existencia de Aurora, una inmigrante portuguesa que vive en la fría y lluviosa Edimburgo y trabaja como picker en uno de esos almacenes on line que venden para todo el mundo. Lo humano y lo social del individuo aplastado por los designios de lo material, fue la punta de lanza que exploró el magnífico cine del citado Loach, son también los cimientos de esta película, donde se habla muy poco, en la que asistimos en silencio a la vida de Aurora, entre las paredes que comparte con otros inmigrantes y los eternos pasillos que recorre en soledad capturando la infinidad de objetos para los pedidos. No conocemos su pasado, y mucho menos, qué será de su futuro. El relato se enmarca en su presente, en esa vida repetitiva, anodina y vacía llena de solitud, apenas compartida y terriblemente, alienante y autómata.

Carreria afincada en Edimburgo ya demostró su sensibilidad por los trabajadores precarios en sus anteriores trabajos. Sendos cortometrajes Red Hill (2019) y The Shift (2020), en los que seguía a dos personas solitarias en sus duros empleos. La misma atmósfera y tono siguen en su primera película On Falling (traducida como “En caída”), capturando una de tantas vidas de la mal llamada Europa del bienestar que no es más que una mera excusa para seguir explotando personas y esclavizarse en trabajos insulsos y alienantes que no ayudan para tener una vida mejor, sino una vida en suspenso, como de espera, casi nula, que va pero a ningún lado sano y humano. La película nunca cae en el tremendismo ni la condescendencia, sino que logra construir un equilibrio profundo y honesta donde vemos la vida de Aurora, sus males y complejidades pero nunca de forma aleccionadora ni con el relamido mensaje de positivismo ni estupidez del tipo. La cinta emana verdad, una de tantas, que retrata de frente y sin cortapisas la vida de muchos inmigrantes que terminan en empleos mecanizados y aburridos, sólo para seguir manteniendo un sistema materialista y deshumanizado. Siempre ha sido mucho más humano y coherente hablar de los que sufren la “sociedad consumista” que hablar de las miserias de los que se nutren de ella.

Una película que, aunque habla de miserias, construye una forma ejemplar y brillante, con la excelente cinematografía de Karl Kürten, que trabaja habitualmente con Lea Becker, con esos encuadres en espacios reales y domésticos que evidencian lo gris y oscuro de la existencia de la protagonista, con unos planos que sigue sus movimientos muy pegados a ella, que recuerdan mucho al Free Cinema británico que capturó las frágiles realidades de la working class post Segunda Guerra Mundial. La música de Ines Adriana no se dedica a acompañar las imágenes, sino que va mucho más allá, reflejando mucho el interior de Aurora, todas esas cosas que siguen ahí y no acaban de materializarse como un mejor trabajo, socializar más, aunque lo intenta no llega a concretarse y en fin, una vida que no sea tan mierda. El montaje que firman el dúo Helle le Fevre, la editora de la gran cineasta británica Joanna Hogg, y Francisco Moreira, que ha trabajado con Joâo Nicolau y Catarina Vasconcelos, entre otros, generando un relato muy movido, en el que hay pocos descansos, de corte puro y nada empático, porque la idea es contribuir a la reflexión en sus intensos 104 minutos de metraje.

Una película como esta necesitaba una actriz portentosa como Joana Santos, muy expresiva y tremendamente corporal, que consigue transmitir en silencio y en poquísimas palabras y gestos, toda la desazón y tristeza que acarrea Aurora, una mujer en tránsito de no se sabe qué, esperando una vida mejor que no acaba de llegar, en un estado donde todo parece que su vida es vivida por otra. Seguiremos muy de cerca la filmografía de Laura Carreira porque su On Falling es una obra mayor que devuelve el mejor cine social y humanista, tan en desuso en estos tiempos, quizás tiene mucho que ver con la necesidad de evasión y disfrute efímero que tiene el personal, para huir y engañar por unas horas esa existencia tan alejada de lo que son y en realidad, desean, y huyen de verse reflejado en una pantalla y no para bien, dándose cuenta de las vidas miserables que vivimos en el día a día, la que se refleja cada mañana en nuestro espejo, y las que vemos alrededor ya sea en el coche que nos lleva al dichoso polígono lleno de almacenes iguales que venden toda clase de objetos inútiles, o los que comparten con nosotros el almuerzo en mitad de conversaciones banales que ya no entretienen ni satisfacen en absoluto. Unos seres que apenas comparten unos minutos a lo largo de la semana, que apenas se conocen, en una sociedad cada vez más vacía, superficial y sin rumbo ni felicidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
