Un verano inolvidable, de Sharon von Wietersheim

LA JOVEN QUE SUSURRABA A LOS CABALLOS.

“Él lo sabrá. Confía en él”

En las películas familiares estadounidenses acostumbran a llevar una carga demasiado pesada en lo que se refiere al mensaje, siempre positivo, excesivamente edulcoradas, muy patrióticas, y el exceso dramático, que en muchas ocasiones, rallando lo ridículo e inverosímil. Un verano inolvidable, de Sharon von Wietersheim (Fort Stewart, Georgia, EE.UU., 1959) reúne muchos tópicos del cine familiar, pero en algunos aspectos se desvía de esa tendencia demasiado azucarada que se impone en el género. Immenhof, título original en alemán, nombre ficticio del lugar donde se desarrollan las películas, son una serie de películas en lo que se llamó “Heimatfilme” (películas de la patria) que entre 1955 y 1974, produjeron cinco películas sobre la granja y las hermanas Jansen, de gran éxito entre el público. Ahora, y de la mano de von Wietersheim, que creció en Alemania, y con amplísima experiencia en televisión como guionista, productora y directora, volvemos al mundo de Immenhof y la granja de caballos de cierta edad, dedicada a cuidarlos y darles un retiro decente y humano.

Conoceremos a Lou Jansen, la joven de 16 años, que ha heredado el talento de su padre, medallista olímpico, ya fallecido, para el cuidado y el entendimiento de los caballos. También, sabremos que la granja no atraviesa por sus mejores momentos con la ausencia paterna y está agobiada por las deudas contraídas por el antiguo socio de su padre. En esas aparece Cagliostro, un pura sangre que tiene que ser el no va más de las carreras, pero el animal, después de un accidente, no se siente bien, y recurrirán al buen hacer de Lou para animar y convertir al caballo en un auténtico campeón. La película se centra en el viaje emocional que vive Lou, con la llegada a la granja de Leon, un joven voluntario de trabajo, que rivalizará con Matz, el íntimo amigo de Lou, y despertará en la joven sentimientos contradictorios, y las otras dos hermanas Jansen, Charlye, la mayor, y Emmie, la más pequeña. La cinta se aleja de los tópicos del género familiar, introduciendo el conflicto sentimental de la joven, y sobre todo, en esa idea de amor hacia los animales de una forma íntima y sincera, conociendo realmente los problemas de cada caballo y ofreciéndolos todo aquello que necesitan para su retiro, como hace Lou con Holly, el caballo que montaba su padre cuando fue campeón olímpico.

En contrapartida, vemos al malvado de turno y sus secuaces, que ven en los animales como una fuente económica, quizás la parte más tópica de la película, pero el buen hacer de la joven Leia Holtwick manejando con solvencia y sensibilidad el personaje de Lou, que vivirá un verano completamente diferente, donde todo puede ocurrir y las cosas no son tan sencillas como parecen. Unos personajes que a veces intentan hacer las cosas bien, pero también se equivocan y hacen daño, o los conflictos internos que aparecen cuando las cosas se tornan demasiado sombrías, y parece que hay pocas salidas para encarar el entuerto, donde el pasado y todo lo que ocurrió adquiere una importante enorme en el devenir de los sucesos, en los que cada uno de los personajes deberá enfrentarse a aquello que hizo o dejado de hacer y mirarse en ese espejo que nos devuelve los recuerdos que menos nos satisfacen y más nos incomodan, devolviéndonos nuestros errores y aquello que lastimó a los que queríamos y por miedo nos hizo perder aquello que amábamos.

El relato se cuenta bien, con los bellísimos paisajes de sus exteriores, esa naturaleza salvaje alejada del mundanal ruido de la ciudad, o las fantásticas filmaciones de los caballos al galope, unos hermosos ejemplares que en buenas manos se convierten en únicos. También, se añaden elementos que lo hacen atractivo y honesto, nunca se desvía de la parte fundamental de lo que nos quieren contar, introduce elementos interesantes como el primer amor, la amistad, el amor a los animales, las dificultades entre las diferentes opiniones entre las hermanas, y otros conflictos que la hacen atractiva y sugerente no solo para el público familiar, sino para todo aquel espectador que quiera pasar un buen rato, reflexionar un poco y dejarse llevar por la extraordinaria habilidad física, inteligencia emocional y lenguaje de los caballos que convierten la película en un interesante retrato de la humanidad que pueden tener los animales y tanto hace falta a los humanos. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA