LAS MUJERES DE LA NOCHE.
“No se debe creer en ellas, pero no se debe decir que no existen”.
Primero fueron un puñado de cortometrajes como Jugando con la muerte (2010), Bajo la cama (2012) y El bosque negro (2014), luego llegaron los largos como Errementari (El ternero y el diablo) (2017), e Irati (2022) y el que ahora nos ocupa Gaua. La filmografía de Paul Urkijo Alijo (Vitoria-Gasteiz, 1984), se desarrolla en el fantástico y terror, las tradiciones, mitos y leyendas del folklore vasco, y una mirada sobre el pasado histórico donde abundaban las creencias religiosas y paganas, y una inquietud por lo femenino, sobre todo, en sus dos últimas películas. En Gauga, que se traduce como “La noche”, nos encontramos con Kattalin, una joven esposa que vive con su despótico marido en las montañas vascas alrededor del siglo XVIII. Una noche, atraída por su oscuridad y tenebrosidad, la mujer se adentra en el bosque y se tropieza con tres brujas, que la interrogan para que cuente el relato de los hechos que ha vivido en la que su mejor amiga ha fallecido. Así que, durante la noche, conoceremos no sólo sus misterios más ocultos, sino una verdad, la que el poder establecido del momento, la burguesía y la iglesia, se esfuerzan en avivar con el fin de imponer su ley y someter a un pueblo de miserable existencia lleno de miedo ante ese ocultismo que tanto interesa al poder.

Urkijo Alijo se revela como un fabulador impresionante, donde el cuento y el relato logran aunar características tan potentes como alejadas. Estamos hablando del desconocido folklore vasco, que alimentó la imaginación del Paul niño, donde conocemos a sus criaturas nocturnas que se van entrelazando con la realidad social del momento, ahora el XVIII, en Errementari el XIX y en Irati, el VII. El momento histórico documentado se desenvuelve de forma natural y nada acartonada ni estridente con una trama muy interesante y extremadamente estética y rompedora, donde prevalecen los rostros y miradas de sus personajes, una ambientación espectacular, llena de detalles, y además, una trama que se alimenta de la tradición y lo oscuro, donde el género se convierte un vehículo no un fin, en el que tienen cabida elementos fantásticos que refuerzan el eje principal de lo que se cuenta y el cómo se hace. Si tuviésemos que rebuscar en el pasado cinematográfico para situar el cine de Urkijo Alijo lo encontraríamos en las atmósferas de cineastas como Pedro Olea, con su El bosque del lobo y Akelarre, y también, en La conquista de Albania, de Alfonso Ungría, y en el denostado pero interesante fantaterror de Naschy, Franco y demás autores.

El apartado técnico de las películas del vitoriano es realmente alucinante, muy bien trabajado y lleno de una estética abrumadora. Tenemos al cinematógrafo Gorka Gómez Andreu, que ha trabajado en las citadas tres obras del director, imponiendo una atmósfera tensa y neblina que desprende una luz sombría y muy deudora del cine de terror de los treinta y de la factoría Hammer, en que los elementos naturales se introducían hábilmente en las tramas. La música que firman el dúo Aránzazu Calleja, segundo trabajo con Urkijo, y habitual de la factory Moriarti, y Maite Arroitajauregui, segunda colaboración con el realizador, amén de obras como Akelarre y Amama, componen una música que se convierte en la mejor compañía para las poderosas y sugerentes imágenes de la cinta. El montaje de Elena Ruiz, con más de medio centenar de películas, entre las que destacan los nombres de Mar Coll, Bayona, Coixet, Medem, entre otros, en su segunda vez con el director después de Irati, que consigue sumergirnos en una trama nocturna, en un relato anclado en el testimonio-confesión de la protagonista, donde en forma capitular se va desgranando los misterios que encierra el lugar y su noche, en unos intensos 93 minutos de metraje que no sólo pasan volando, sino que lo hacen de forma que no te deja parpadear.

Otro de los apartados que destaca en el cine del director vasco es su maravillosa elección de sus intérpretes como la actriz que encarna a Kattalin, en su primer papel protagonista, en el rostro y la mirada de Yune Nogueiras, que estuvo en la mencionada Akelarre y La infiltrada, tiene aquí su órdago que no sólo cumple con creces sino que se convierte en una imagen poderosa que destila naturalidad y transparencia en un personaje sometido que tendrá su revelación. Las tres brujas están interpretadas por Elena Irureta, Ane Gabarain y Iñake Irastorza, tres actrices vascas con más de tres lustros de experiencia en películas y series de toda índole. Les acompañan Xavi “Jabato” López, como marido de Kattalin, Erika Olaizola como la amiga de la protagonista, Elena Uriz como la ocultista del pueblo, y un siniestro e inolvidable páter del lugar en la piel de un inconmensurable Manex Fuchs. Ójala Gauga, de Paul Urkijo Alijo siga gustando al público como sus antecesoras, porque la película lo merece, ya que ha sabido fusionar el cuento tradicional con lo fantástico y terror, además de poner sobre la mesa tradiciones, mitos y leyendas vascas que la mayoría desconocemos. Una película hermanada con Gaua podría ser El laberinto del fauno (2006), de Guillermo del Toro, ya que también apostaba por lo misterioso y oculto en una atmósfera de posguerra en los montes españoles, donde había monstruos que no venían del otro mundo sino que estaban en este como tan bien menciona Gaua. Así que, ya saben, guardense de aquellos que alimentan el mal porque quizás ellos son los que más lo practican. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
