Entrevista a Izan Fernández y Renata Hermida Richards, intérpretes de la película «Voy a pasármelo mejor», de Ana de Alva, en la terraza del Hotel Soho Barcelona, el martes 8 de julio de 2025.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Izan Fernández y Renata Hermida Richards, por su tiempo, sabiduría, generosidad, y a Eva Calleja de Prismaideas, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
“La adolescencia es el momento de la vida en que los jóvenes dejan de creer en cuentos de hadas y comienzan a creer en el amor”.
Anónimo
Hace tres años vimos Voy a pasármelo bien, de David Serrano (Madrid, 1975), imaginativo, interesante y divertido musical con canciones de Hombres G, en la que contaban el último curso escolar de “Los Pitus”, en el Valladolid de 1989, con sus primeros amores, el acoso escolar y los tiempos donde reinaban la inocencia, la amistad con la oscuridad y demás. La gracia consistía en contar también partes de la edad adulta de los personajes principales, los David y Layla, y ese amor no resuelto. Tres años después… En Voy a pasármelo mejor vuelven “Los Pitus”, ya adolescentes, y hemos pasado de Valladolid a un campamento de verano, guiño a las películas estadounidenses a las que les debe mucho, por ejemplo, aquella maravilla de Cuenta conmigo (1986), de Rob Reiner. Estamos en 1992, si, ¡Vaya año!. Los David, Luis y Paco, a los que se añadió El Cabra, y por supuesto, el comodín que nadie quiere, Marotooo, y seremos testigos de esos cambios hormonales donde la existencia va transformándose en los primeros sentimientos fuertes o al menos así se creen en ese eterno capítulo no acabado que se llama adolescencia.
El guion lo vuelven a firmar el dúo de la primera, Luz Cipriota y el mencionado David Serrano que ha cedido el testigo de la dirección a una conocida suya, Ana de Alva, una malagueña de 23 años, que la tuvo como actriz en el musical Grease, y además de la interpretación ha dirigido un par de cortos y estudiado en la Ecam. El amor de David y Leyla de la primera ha dejado paso a tres historias: el amor a distancia de los susodichos, porque recuerden que la joven marchó a México, el primer amor de Paco que se siente atraído por Tormo, y el de Luis, que se siente mayor con una de las monitoras que está embarazada. Les ayuda El Cabra, que ya tiene carnet de conducir, y Maroto anda por ahí, ayudando o incordiando, nunca se sabe. Vuelve a ser una comedia musical, donde hay canciones y bailes, ahora con grandes temazos de la época: “Lucha de gigantes”, de Nacha Pop, ya verán qué momentazo, o ese otro del “Amante…”, de Bosé, o el tema más popular de Seguridad Social, los de mi edad ya saben cuál es, o el de Chimo Bayo, sí, ese, y uno de Duncan Dhu, que mejor no desvelar para no estropear el pedazo de momento que se marca la película.
La película ha optado por un equipo técnico joven al que se le ha dado estupendas oportunidades como el cinematógrafo Joan Bordera, que estuvo al frente de La inocencia (2019), de Lucía Alemany, y las tres últimas películas de la directora María Ripoll, en un trabajo donde prima la intimidad y el cuadro visualmente poderoso para acercar las vidas agitadas de los protagonistas. La música de Alejandro Serrano, que ya estuvo con Serrano en Una hora más en Canarias (2010), maneja con inteligencia los intervalos de las canciones citadas y lo hace sin enmarcar demasiado y agilizando la trama. El montaje lo firma Miguel Ariza, con experiencia como cineasta con sus cortometrajes que, en sus 110 minutos de metraje, le da vida, concisión y entretenimiento, sin decaer en ningún instante. Cabe destacar el trabajo de ambientación de la película que, como sucedía con Voy a pasármelo bien, no existen elementos impostados o distorsionantes, sino una mirada cercana y natural a una época, la de finales de los ochenta y principios de los noventa, donde prevalece la transparencia en unos espacios que ayudan a crear esa idea de lo romántico y real que transita por toda la historia.
Otro de los grandes elementos que funcionan a las mil maravillas en la película es su reparto, que repite tres años después, donde destaca una naturalidad desbordantes, y unas interpretaciones que muestran el coraje y la vulnerabilidad de unos personajes que podríamos ser nosotros, los que vivimos ese tiempo, devolviéndonos a la adolescencia. Un tiempo para vivir, para soñar, pero también, para saber quiénes somos. Un elenco encabezado por Izan Fernández dando vida al enamorado David, las gracias y el peculiar lenguaje de Luis con sus “efectiviguonder” y “yesveriwellfandando”, etc… al que interpreta un “salao” rodrigo Gibaja, el intelectual y reservado Paco lo hace Rodrigo Díaz, y la madura y rebelde Layal es Renata Hermida Richards, el cortito y cercano “El Cabra” es Michel Herráiz, Diego Montejo es Tormo, en un rol muy diferente que en la primera entrega, y javier García es Maroto, un “amigo”, quizás, no sabemos, jeje. Con la presencia de Alba Planas como monitora, una excelente actriz que nos impresionó en la reciente La virgen roja, de Paula Ortíz. No podemos olvidar a Raúl Arévalo y Karla Souza que son los David y Leyla de adultos y aquí reservan su “momento”.
La gran virtud de una película como Voy a pasármelo mejor no es copiar a las películas de adolescentes estadounidenses, sino a través de su herencia, coger todo aquello que las hace diferentes, como su esencia, su aroma y su vitalidad, y trasladarla a la idiosincrasia de España, sin caer en los tópicos ni en todo aquello que hacemos para los otros, sino rastrear nuestra forma de ser y actuar, rescatando aquel tiempo, un espacio donde todavía se podía soñar de otra manera, sin móviles, sin tanta tecnología y volviendo a lo humano, ahora envuelto y sometido a la nueva virguería del mercado. La juventud de Ana de Alva ha aportado frescura y sabiduría a una trama que sabe plantar la cámara y contarnos una aventura, pero también, la complejidad de la adolescencia, esos primeros amores donde se descubre la idea que nos vamos a hacer del amor, donde nos creemos adultos aunque no lo desamor, y donde las cosas parece que van muy deprisa y en el fondo, somos nosotros que nuestra impaciencia nos hace perdernos el tiempo y la paciencia que conlleva vivir y experimentar las situaciones emocionales que se producen en nuestro interior y no sabemos interpretarlas ni mucho menos disfrutarlas. No me enrollo más. Les dejo con “Los Pitus” y sus cosas. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA