Lluís Pasqual presenta Medea de Pier Paolo Pasolini

Encuentro con Lluís Pasqual, director de la obra «Medea», con motivo de la presentación de la película «Medea», de Pier Paolo Pasolini, junto a Octavi Martí de la Filmoteca, dentro del ciclo «Per amor a les arts». El encuentro tuvo lugar el martes 17 de abril de 2018 en la Filmoteca de Cataluña en Barcelona.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Lluís Pasqual, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño,  y a Jordi Martínez de Comunicación de la Filmoteca, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño.

¡Viva la libertad!, de René Clair

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«La igualdad de la riqueza debe consistir en que ningún ciudadano sea tan opulento que pueda comprar a otro, ni ninguno tan pobre que se vea necesitado de venderse».
Jean-Jacques Rousseau

Tarde dominical de Filmoteca, la elegida, todo un clásico de la cinematografía vecina, ¡Viva la libertad! (À nous la liberté!, 1931), de René Clair. Era mi primera vez, y ha sido en la gran pantalla. Todo un lujazo para mis sentidos, a veces, los que amamos el cine, no somos conscientes de la gran fortuna que tenemos de poseer un cine que realice sesiones de clásicos como éste. Vayamos al asunto en cuestión, que no es otro que dar habida cuenta de lo visto esta tarde. Fábula sobre la vida, sobre las circunstancias que nos llevan a hacer una cosa u otra, fíjense en su sencilla trama: dos compañeros de cárcel deciden fugarse, el día de autos, las cosas se tuercen y uno de ellos, al verse sorprendido por los guardias, decide no poner en peligro a su compañero y le facilita la huida sacrificando la suya propia. Una vez fuera, el huido, buscavidas por naturaleza, se hace riquísimo con el fructífero negocio de las gramolas. Posee una inmensa fábrica dónde se trabaja esclavizado y en cadena fabricando aparatos en masa. Aquí, hasta el espectador más despistado verá que todos estos elementos influirán posteriormente al genio de Chaplin en su «Tiempos modernos», recordarán algunos que incluso el propio Goebbles, si recuerdan bien, ministro de propaganda nazi, al percatarse de las semejanzas entre las dos películas, insto a Clair a denunciar a Chaplin por plagio, la demanda no prosperó, Clair se sentía muy halagado por haber servido de inspiración al gran cómico. Pues bien, recuerdan a los dos amigos de la cárcel, pues la trama se dispara cuando por azares de la vida, o del amor, más bien. El compañero se evade de la cárcel, en una secuencia que nos recuerda a Jean-Pierre Leaud intentando suicidarse en aquella fábula tragicómica de «Contraté a un asesino a sueldo», de Aki Kaurismaki. Los dos antiguos compañeros se vuelven a encontrar, hombre rico, hombre pobre, pero se ayudan y se divierten. Qué grande y esperpéntica la cena en la que presentan digamos en sociedad al viejo amigo. Relato de perdedores, de seres que no logran lo que quieres, porque otro u otros llega antes que ellos y se lo arrebata. El bigotudo, rico con el gramófono, se ve estigmatizado por su pasado carcelario, y el otro, se enamora de la joven que quiere a otro. La película no cae en la desgracia, ni mucho menos, saca lo mejor de estos individuos desgraciados y desplazados por la caprichosa fortuna. Clair fabrica un canto hermoso a la vida, a la amistad, y al amor. Su ritmo vertiginoso vertebrado a través del sonido y sobretodo de la música, la cinta es una mezcla de géneros magistral, hay melodrama, comedia, romanticismo, musical, incluso vodevil y esperpento, no falta de nada. Estamos en 1931, los nazis están a punto de asolar con su maldita guerra Europa y posteriormente el mundo, a pesar de eso, de esos aires negruzcos que comienzan a aparecer, Clair nos insufla de puro optimismo, de alegría y buenos sentimientos. He rescatado la imagen del final, los dos amigos, ahora vagabundos, viendo ese mundo utópico donde sólo trabajan las máquinas y los humanos se pasan el tiempo divirtiéndose y sobretodo viviendo. Imagen que nos lleva a «Boudou salvado por las aguas» que realizará al año siguiente el talento maravilloso de Jean Renoir, que plantean la situación que quizás para ser completamente libres no hay otra que no tener nada. Las máquinas trajeron muchas cosas, pero no las que necesitamos, que no era otra cosa que tiempo para vivir, reír, soñar y ser nosotros mismos, al fin