Abuelos, de Santiago Requejo

TRES HOMBRES Y UN DESTINO.

‘‘Cuando la experiencia ya no cuenta, emprender es el camino”.

Isidro tiene 59 años y lleva dos años intentando trabajar pero no hay manera, la edad es un problema ya que las empresas quieren gente joven, como ejemplifica el arranque de la película con esa secuencia humillante en el que Isidro se enfrenta a las nuevas formas y tácticas laborales para captar empleados. Arturo es un maduro escritor de novelas románticas que vive plácidamente en su reclusión de soltero empedernido, cuando un día se presentan en su casa una hija y su nieta de las que desconocía su existencia. Desiderio es un jubilado apañado que desea fervientemente ser abuelo. Los tres son amigos de hace muchos años. Los tres unirán sus fuerzas para montar su propio negocio, no será nada fácil, pero con ilusión, fuerza y muchísimas ganas harán lo impensable para abrir su guardería. La puesta de largo de Santiago Requejo (Plasencia, 1985) mira a las personas mayores, a las personas en ese intervalo de vida en el que todavía no son tan mayores como para no trabajar, pero tampoco tienen esa edad que encaje en un mercado laboral exigente, cambiante y sobre todo, joven. Requejo se detiene en ese grupo de personas que los hijos utilizan para cuidar de sus hijos o pedir ayuda cuando la necesitan, personas para echar una mano, y nada más.

La película se mueve en ese tono ligero y amable, eso sí, no se trata de una comedia sin más, si no en algo más, en algo más profundo, en un relato que ahonda en la tragedia que sufren tantas personas mayores cuando son literalmente desplazadas del trabajo, y por lo tanto de la vida, todo ese grupo de personas que con la crisis se vieron forzadas al desempleo y convertirse en meras comparsas de sus familias y sobre todo, de sus vidas. El director placentino mira con sinceridad y honestidad a sus personajes, sumergiéndonos en su oscura cotidianidad, una realidad triste y solitaria para muchos de su edad, pero no lo hace de manera condescendiente, sino todo lo contrario, haciendo de su difícil empresa contra viento y marea su razón de ser, de volver a sentirse útil, de volver a vivir. Seguiremos con atención su pericia en el mundo de los emprendedores, desde que tienen la idea, la respuesta de sus allegados, el conocimiento del universo “coworking” o las ideas de negocio y la puesta en marcha de su empresa que necesitan de la mano de Bruno, uno de los ases de la expendeduría.

Requejo construye un relato humanista e íntimo en el que mezcla con acierto y sabiduría a estos tres amigos con los avatares de su posible negocio con su intimidad en el hogar, en la que Isidro tendrá tensiones de pareja con su mujer Amalia en la forma de encarar la idea del negocio y cómo afecta a su matrimonio. Arturo más de lo mismo con su nueva función de padre y abuelo y las difíciles relaciones con su hija Violeta y el cargo de su nieta. Desiderio en su afán de ser abuelo deberá dar cobijo a su hijo y nuera ya que la situación económica de ambos es nefasta, y mientras, sin comerlo ni beberlo, conocerá a Teresa, una mujer que le despertará sentimientos que creía olvidados desde que quedó viudo. Es de agradecer que un director debutante vire su película a la gente mayor, a ese grupo de personas que todavía tienen muchas cosas que decir y que hacer, mirándolas de frente y con veracidad, en una cinta que profundiza con talento y humildad, sin caer en sentimentalismos baratos de otras producciones, en los problemas de aquí y ahora que viven en su cotidianidad, la falta de empleo, el cuidado de los nietos, las distensiones de pareja, la soledad, el mirarse al espejo y no sentirse inútiles, y las ganas de empezar de nuevo, de encarar la vida, de plasmar las ideas por muy descabelladas que en un principio parezcan. La película se centra en ellos, les da ese protagonismo necesario, y los convierte en el centro de la acción, emergiéndolos a una posición en primera línea que en muchas otras películas les relegan a una terna secundaria o de simple acompañamiento.

Un reparto bien ajustado y sobrio que interpretan con dignidad y aplomo Carlos Iglesias dando vida a Isidro, el timón de todo este tinglado, Roberto Álvarez como Arturo, ese maduro seductor que se envuelto en el berenjenal de ser padre y abuelo de un día para otros, y Desiderio, ese jubilado que quiere ser abuelo y tendrá que ser primero padre y luego novio. Bien acompañados por Ana Fernández como Amalia, Mercedes Sampietro como Teresa, Clara Alonso como Violeta y Eva Santolaria como nuera de Desiderio, que lo entiende mucho más que su propio hijo, y finalmente, un simpático Raúl Fernández de Pablo como ese emprendedor que se come el mundo pero en el amor no da una. Requejo ha compuesto con humanidad y sensibilidad una historia real y de ahora, con esos toques de comedia necesarios y valientes, que ayudan a mirar mejor la película, con esa mirada tragicómica que tiene la existencia humana, y sobre todo, la empresa que tienen entre manos estos tres amigos maduros, que no es nada fácil, pero tampoco es tan tarde para emprenderla ni mucho menos tan difícil. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA