Loud Krazy Love, de Trey Hill y Scott Mayo

EL AMOR ES EL CAMINO.

“Amar no es solamente querer, es sobre todo comprender.”

Françoise Sagan

Loud Krazy Love, el debut en el largo documental de los estadounidenses Trey Hill y Scott Mayo, podría ser otra crónica más de muchas bandas de rock, que nos habla de éxito, drogas y autodestrucción, peor la película no solo se queda ahí, va mucho más allá, y aparte de lo mencionado, el relato se centra en la redención de Brian “Head” Welch (Torrance, California, 1970) guitarrista y fundador de KoRn, una banda de nu metal (un género que combina heavy metal con hip hop, grunge, rock alternativo o funk) cuando al nacer su hija Jennea en 1998, y su salvaje vida de drogas y descenso a los infiernos, optó en el año 2005 por dejar la banda que lo convirtió en rockstar y millonario, convertirse al cristianismo e iniciar una nueva vida de perdón y paz interior buscando a Dios y convertirse en un buen padre para su hija. Trey y Mayo, que habían pasado por cortometrajes, producción y publicidad, construyen una crónica que abarca más de dos décadas en la vida de Brian Welch, recuperando imágenes filmadas en video doméstico, de conciertos de KoRn, del backstage de la banda, y otras imágenes filmadas para la ocasión, con la inclusión de diferentes testimonios que nos van explicando la vida de Welch, desde sus padres, los miembros del grupo, amigos varios, su propia hija, y de él mismo.

La película nos habla de música, de éxito, pero también, de su otra cara, más oculta y compleja, como la de gestionar todo eso, y los mecanismos de autodestrucción de los seres humanos, la búsqueda de la identidad, el sentido de la existencia, y sobre todo, encontrar en nuestro interior todo aquello que somos y hacia donde queremos ir y estar. Welch se desnuda frente a la cámara, describiendo minuciosamente su vida, su música, y su caída al abismo, y su conversión al cristianismo, sus dudas, sus confusiones, los conflictos de la paternidad, su difícil relación con su hija, y los problemas de identidad y autodestrucción que también tuvo su primogénita, y seguimos la andadura de cuando un joven que creció en Bakersfield (California) junto a su amigo de la infancia forman KoRn, uno de los grandes grupos de rock que logró el éxito de ventas a finales de los 90 y principios del siglo XXI, convirtiéndose en grandes rockstar perseguidos por los fans y en boca de todos.

El núcleo de la cinta se detiene en los conflictos de la rockstar enfrentado a su paternidad y la educación de su hija, y los problemas generados en la adolescencia de Jeneea, en el que un padre intenta por todos los medios estar con su hija pero a veces la niña se encuentra sola y perdida. Hill y Mayo nos hablan a tumba abierta de las experiencias de Brian Welch, sin ningún pudor ni escondite emocional, sino enseñando la cara más amable del éxito y su rostro oscuro, el camino redentor hacia Dios del músico, y después, los primeros años tristes de la vida de Jeneea, rodeada del universo musical, un mundo demasiado complejo e inquieto para ella, y luego, las dificultades para ser ella misma y tener una relación buena entre padre e hija. El relato en primera persona e íntimo de Welch y Jennea, da continuos saltos en el tiempo, creando esa atmósfera de confusión y de idas y venidas en la existencia del guitarrista y las relaciones con los miembros del grupo, su hija y su vida. Los directores estadounidenses han construido una película desde el amor, de los tortuosos caminos para encontrarlo y abrazarlo, como único camino de salvación para entender y comprender a los demás y sobre todo, a uno mismo, lanzándose a toda la sabiduría que contiene y dejando los miedos e inseguridades para de esa manera encontrarse a sí mismo, y estar en paz, y entender a los otros, en el caso de Welch, a su hija Jennea.

Loud Krazy Love nos habla de amor, de nosotros y de los demás, de la capacidad o incapacidad de amar, de comprenderse y comprender, de sentir y sentir al resto, sobre todo, a los que tenemos más cerca, abriéndose a los que más queremos, ofreciéndoles lo que somos, con nuestras virtudes y miedos, con todo lo que tenemos en nuestro interior, para así amar sin condiciones ni inseguridades, un camino difícil y muy oscuro, pero el único camino posible para estar bien con los demás y con nosotros mismos, encontrándonos con aquello que siempre hemos sido, y luchas con todas nuestras fuerzas para volver a nuestra esencia, a aquello que jamás debimos abandonar, porque perdimos lo que somos y de dónde venimos, en este sentido, la película es un ejercicio de intimidad absoluta que muestra sin sentimentalismos la dureza del amor sin medida, y nos invita a encontrar su justa medida, ese equilibrio que nos ayude a amar a los demás y sobre todo, a amarnos a nosotros mismos, aceptando nuestros miedos, inseguridades y monstruos. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA