A tiempo completo, de Éric Gravel

LA TORMENTA DE JULIE.

“Todos tenemos una reserva de fuerza interior insospechada, que surge cuando la vida nos pone a prueba”

Isabel Allende

La película se abre de forma tranquila y en paz. La cámara, en primerísimo primer plano detalle, recorre el cuerpo de una mujer, solo escuchamos su respiración que invade todo el cuadro. Ese sonido se ve bruscamente interrumpido con el sonido de la alarma del reloj. Julie se despierta como un resorte, y se pone en marcha. A partir de este instante, la película adoptará un ritmo vertiginoso, agobiante y tremendamente agitado, porque la existencia de Julie es así. Julie levanta a sus dos hijos pequeños, desayunan, mientras ella se cocina su comida del mediodía, los viste, se viste y salen de casa echando hostias. Julia deja a sus hijos en casa de la vecina, y a toda prisa va a coger el tren que la llevará a París. Así cada mañana. No hay descanso, no hay tregua, solo un ir y venir de París al pueblo donde vive. Julie está sola, porque su ex se desentiende bastante de sus hijos y de la pensión. Aunque la semana elegida por la trama para contarnos la vida de Julie va a ser muy diferente. Esa semana hay huelga general y todo el frágil equilibrio vital de una mujer sola, madre y trabajadora, se va a ir resquebrajando a pesar de los esfuerzos titánicos de Julie.

El director Éric Gravel, francocanadiense que lleva más de dos décadas en Francia, que trabajo como cineasta para el colectivo internacional Kino, ya había debutado en el largometraje con Aglaé, a prueba de choque (2017), enfocada también en el ambiente laboral y en la piel de unas mujeres que no tienen más remedio que trasladarse a la India, ya que la empresa de pruebas de choques para automóviles se deslocaliza. Con A tiempo completo, el trabajo vuelve a ser una pieza importante como no podía ser de otra manera, con ese empleo de jefa de camareras en un hotel de lujo del centro de París que tiene Julie, un trabajo que requiere organización, precisión y rapidez. Una actividad agotadora y muy exigente para Julie que, además, en esa semana de locos, tendrá una entrevista de trabajo para mejorar su vida, inevitable no acordarse de la reciente En un muelle de Normandía, de Emmanuel Carrère, donde encontrábamos otras mujeres aplastadas por la velocidad de trabajar en la limpieza de un barco de lujo.

Estamos ante una película muy sensorial, porque el encuadre usado para mostrar la vida de Julie deja mucho fuera de campo, un sonido que se mezcla con la música electrónica de Irè Drésel que ayuda a crear esa atmósfera asfixiante en la que se mueve la protagonista, al igual que el inmenso trabajo de cinematografía de Victor Seguin, a partir de la desestructuración formal de la película, llena de planos cortos y de poquísima duración, que nos envuelve en esa no vida de pura velocidad y al borde del colapso, como el estupendo trabajo de edición de Mathilde Van de Moortel (que tiene en su haber las películas con Deniz Gamze Ergüven y una serie con Olivier Assayas), en una película que no resulta difícil de ver, a pesar de su intenso troceado, de ritmo condensado y su mezcla de esos planos de pequeña calma, donde vemos a la protagonista en solitario rodeada de la inmensidad de la ciudad, con sus tonos fríos y crudos, y su hostilidad, desesperanza e individualismo, en contraste con la calidez y la cercanía en su hogar y con sus hijos.

Una película de estas características que enfoca todo su entramado argumental como formal en su protagonista y su existencia, debía tener a una actriz poderosa, una de esas actrices que copan cada encuadre, cada sonido, cada silencio, como un cuerpo, una emoción y un estado de ánimo. Todo eso lo consigue una espectacular y maravillosa Laure Calamy, convirtiéndose en la guinda que le faltaba a una película tan actual y atemporal como esta, porque la interpretación de la actriz es de una credibilidad absoluta, haciéndolo todo muy fácil, creyéndonos la no vida de esta mujer que quiere ser fuerte cuando todo se vuelve en su contra, que hace lo que puede, que sigue en la brecha a pesar de todos y todo. Calamy demuestra sus grandes dotes para meterse en cualquier embolado, como ha demostrado con creces en las dos películas que hemos visto en el último año: la Alice Farange, la ganadera valiente en el denso policiaco de Solo las bestias, de Dominik Moll, y la Antoinette que se ridiculiza por amor en la comedia alocada de Vacaciones contigo… y tu mujer, de Caroline Vignel, dos registros que, sumados a este, hacen de Laure Calamy una actriz todoterreno, llena de matices y con una capacidad asombrosa para envolvernos en cualquier rol.

Éric Gravel mezcla con acierto la comedia y el drama, y los fusiona de tal forma que a veces no distinguimos el uno del otro, porque está tocando temas cotidianos que todos conocemos y casi siempre no sabemos cómo gestionarlos. Hay muchos y variados elementos que van desde la humanización de su personaje, una madre-trabajadora coraje, quitándole todos los estereotipos impuestos socialmente, y dejando un personaje de carne y hueso que necesita la ayuda de los demás para intentar llevar una vida dura y triste que dista mucho de ser digna. También, critica con dureza la deshumanización del trabajo, vidas precarias sometidas y juzgadas constantemente donde se ha impuesto la prisa y la velocidad como modus viviendi, así como la acumulación de actividades sin descanso, como menciona el filósofo Byung-Chul Han. “Ahora uno se explota a sí mismo y cree que está realizándose”. Gravel no ha hecho una política al uso, pero lo íntimo siempre lo es, y la no vida de Julie, que vemos desde sus entrañas y sus sentimientos más ocultos, es una continua lucha cada día para vivir, porque ahora lo que hace dista mucho de vivir. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

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