Pullman, de Toni Bestard

LA TRASTIENDA DEL PARAÍSO.

“Si la ayuda y la salvación han de llegar sólo puede ser a través de los niños. Porque los niños son los creadores de la humanidad”

Maria Montessori

Daren y Nadia son dos niños de padres inmigrantes que viven del turismo de Mallorca, y habitan los apartamentos Pullman, antaño un lujoso hotel, y ahora, un armatoste de cemento en el que se hacinan familias que inmigraron buscando un futuro mejor, alejado del tumultuoso turismo balear. La película describe un día de verano, un día en el que Daren, de padres africanos, y Nadie, de madre soltera de Europa del Este, deciden escaparse de casa y mirar ese otro mundo que les rodea, descubrirlo con su inocencia, con la mirada del que mira las cosas ajenas por primera vez. Después de años dedicados al cortometraje, formato que compagina con el largometraje, donde cosechó buenas críticas y premios, Toni Bestard (Mallorca, 1973) debutó en el largo con El perfecto desconocido (2011) en la que describía el viaje de Mark O’Reilly (que interpretaba el maravilloso actor irlandés Colm Meaney) llegando a la isla de Palma en una búsqueda interior de su pasado. En el 2015, codirigió, junto a Marcos Cabotá, I am your Father, en la que ponían el foco en David Prowse, el actor enfundado en el traje de Darth Vader, que fue sustituido en El retorno del Jedi, cuando se descubría su verdadero rostro. Una película que bucea en las luces y sombras del mundo del cine y las relaciones humanas.

En Pullman, basado en el cortometraje El viaje (2002) escrito por Arturo Ruiz Serrano, desde entonces estrecho colaborador, Bestard cambia los dos chavales del extrarradio de Madrid que sueñan con otros mundos y viajes increíbles, y vuelve a su casa, a sus orígenes, a mirar a sus calles y ciudades de Mallorca, a retratar ese universo ajeno al turismo y a todo, que escenifica en los niños de los apartamentos de Pullman, en relación a ese mundo del turismo masificado, a las calles llenas de neones y gentes pululando de aquí para allá. Dos mundos ajenos y alejados, dos universos muy diferentes, separados por apenas escasos metros. El cineasta mallorquín acota su película en un escasos días, y más concretamente, en una sola jornada, donde Daren y Nadia, emprenderán un viaje para conocer que hay más allá de su cotidianidad de Pullman, adentrándose en esa otra Mallorca que nunca pisa el turista, repleta de edificios abandonados donde pululan seres que viven por y para el turismo, como la travesti prostituta, el vendedor pedófilo de la playa, el payaso triste y alcohólico vendedor de globos, y el yonqui, seres del extrarradio, almas que van y vienen, que se tropiezan con un par de chavales también ajenos a esa Mallorca turística, quedando patente en las secuencias donde se cuelan en el parque, intentan robar en el centro comercial, o cuando corren atónitos en medio de los neones y el ruido que provoca la masificación turística.

Bestard atiza con fuerza ante esa destrucción de su ciudad, tanto la abandonada como la turística, retratando lo que quedó atrás y todo ese presente infernal que ha hecho del turismo el epicentro de todo, como el famoso “balconing”, donde muchos jóvenes turistas pierden su vida. Pullman aboga por la identidad, tanto física como personal, incidiendo en esas miradas inocentes de los dos chavales, tanto Daren como Nadia miran el mundo desde su ilusión de volar, de viajar, de sentir que el mundo no empieza y acaba en sus apartamentos. El relato huy del sentimentalismo o la postal turística, sumergiéndonos en un mundo donde los padres inmigrantes inculcan valores humanos a sus hijos, mientras ellos trabajan para el turismo, para que sus hijos tengan otro tipo de oportunidades que ellos jamás tuvieron. Daren y Nadia verán la ilusión y el mundo, pero también su crueldad, envidia y egoísmo, conociendo de primera mano toda la verdad, o su verdad, enfrentándose a sus miedos, sus desilusiones y su capacidad de dignidad y entereza ante tanto bullicio del turismo.

Pullman irradia el aroma de películas como El niño y su mundo (2013), de Alê Abreu, fábula animada en la que un niño descubría ese mundo repleto de máquinas y polución, o The Florida Project (2017), de Sean Baker, en el que también se reflejaba esa Florida turística con esa otra cara b, la del extrarradio, la de las familias rotas y desestructuradas, a través de dos niñas, como lo pudieran ser Daren y Nadia. Un reparto cercano y sensible encabezado por Keba Diedhou y Alba Bonnin Ostrem como Daren y Nadia, respectivamente, emanan naturalidad, destreza y armonía, bien acompañados por los adultos Monika Kowalska como la madre de Nadia y Armando Bouika como padre de Daren. Bestard ha construido una película pequeña, sencilla y humana, con una historia que destila cercanía, libertad e independencia, que retrata con dureza y aplomo esa Mallorca masificada por el turismo, y esa otra, que reivindica, la inmigrante que trabaja para el ocio y la diversión de otros, y queda relegada al ostracismo de lo que no se ve, de lo que está ahí, pero se intenta ocultar por todos los medios. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

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