LA ESCRITORA Y LOS HABITANTES DE GUERNSEY.
En la estupenda película Los otros, de Alejandro Amenábar, no situaban en la isla de Jersey, una de esas islas ocupadas por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Otra de esas islas, la de Guernesy, es la que focalizan en la película La sociedad literaria y el pastel de piel de patata, que también tuvo la mala fortuna de tener como invitados a los alemanes durante la contienda. La nueva película del veterano Mike Newell (St Albans, Reino Unido, 1942) nos habla arranca en 1946, en plena posguerra británica donde conoceremos a Juliet Ashton, una escritora joven de talento que, mientras promociona su nueva novela y mantiene una relación con Mark, un oficial estadounidense, comienza a cartearse con un desconocido que le pide algún que otro libro, ocupaciones que le mantienen distraída mientras le llega la inspiración para su próximo libro, que parece costarle. Cuando Juliet se entera de la sociedad literaria que el desconocido y demás habitantes de la Isla de Guernsey mantienen todos los viernes al atardecer, no lo duda un instante, y acude con premura a conocerlos. Allí, se encontrará no sólo un grupo de entusiastas y peculiares criaturas que aman la literatura, sino que también, conocerá un caso oscuro ocurrido durante la ocupación cinco años atrás que llevó a la desaparición de Elizabeth, una de las integrantes jóvenes del grupo. Dos tiempos diferentes, dos realidades que cambiarán muchas cosas en el interior de la joven escritora.
Newell de dilatada carrera con títulos tan memorables como Bailar con un extraño, Un abril encantado, Donnie Brasco o algún Harry Potter, amén de su mayor éxito que lo obtuvo con la comedia Cuatro bodas y un funeral, convertida en todo un fenómeno internacional, muchas de sus películas están basadas en novelas de autores tan reputados como Charles Dickens o Gabriel García Márquez, adapta otra novela de título kilométrico escrita por una estadounidense, Mary Anne Shaffer y su sobrina, Annie Barrows. Un relato protagonizado por una escritora idealista e inconformista que parece encaminar su vida con la escritura y su amor con el apuesto estadounidense, aunque su crisis como escritora, la llevará hacía lo rural, dejando el asfixiante Londres que tantos recuerdos dolorosos le trae. En la isla de Guernsey encontrará una aventura, su particular catarsis emocional y conocerá otra realidad que la llevará a cuestionarse su vida y sobre todo, su futuro.
El cineasta británico nos cuenta la película a través de la mirada de Juliet, su descubrimiento personal y nos muestra la isla y sus habitantes con esa mirada inquieta, desconocedora y sobre todo, una mirada que quiere saber qué ocurrió en el pasado, un pasado que todos quieren mantener oculto. Se encontrará con Dawsey Adams, el desconocido con el que se escribía que es un granjero algo tímido y retraído, con Eben, el anciano simpático del correo postal, Isola, la solitaria de vida espiritual y amable, y Amelia, la recta que más le duele el pasado y más quiere enterrar. Todos integrantes de la sociedad literario, todos ellos, que de alguna manera u otra, tienen que ver con Elizabeth, todos ellos que prefieren olvidar el dolor y refugiarse en los libros. La película está enmarcada en un tono muy british, fotografía excelente, capturando con sobriedad y naturalidad las diferentes texturas y colores que se manifiestan en la pequeña isla, un relato lleno de intriga, jugando con los tiempos de pasado y presente, una ambientación de primera, en el que cada detalle está resuelto con imaginación y preciosismo, y unos personajes llenos de enigmas, naturales, correctos y sobre todo, amables y algo oscuros. Quizás, algunos espectadores pensarán que todos estos elementos provocan que la película sea plomiza y condescendiente, pero ni mucho menos, estos lugares comunes son interesantes.
El relato nos sumerge en una intriga bien urdida, con esos toques de humor tan british, en el que hay tiempo para descansar del dolor de ese pasado traumático, y también, para hablarnos de temas sobre la condición humana como la mentira, superar el pasado, la dificultad de sentirse bien emocionalmente, o sobre todo, de sentirse perdido cuando presumiblemente tenemos todo aquello que deseábamos tener, o temas tan emocionantes como la literatura puede ser todo en la vida de alguien que su realidad es tan terrorífica como puede ser una ocupación nazi, con el miedo y la escasez, los libros como ese refugio para soñar e ilusionarse por un mundo mejor, y la compañía con otros en semejantes condiciones, compartir la lectura, las reflexiones y los pensamientos que han provocado tantos autores. Una película radiante y cercana, íntima en sus emociones, sin necesidad de recurrir a sentimentalismos de culebrón, sino encontrando ese punto certero donde se puede hablar de todo, con tacto y sobriedad, desde política, sociedad (los cambios de vivir en una isla pequeña o en la gran ciudad) o la fraternidad de sus habitantes y el grupo que forman.
Un reparto lleno de grandes aciertos en esa mezcla interesante entre intérpretes jóvenes y veteranos, vemos a los Tom Courtnay y Penélope Wilton, bregados en mil batallas, o los interesantes Jessica Brown Findlay, Catherina Parkinson, Glen Powell o Michiel Huisman como el granjero enamorado de una fantástica e inolvidable Lily James como esa escritora inquieta y talentosa, que deslumbra con su naturalidad y elegancia y viene a ese grupo selecto de actrices jóvenes que deslumbran con sólo mirar como Saoirse Ronan, Margot Robbie o Elle Faning. Una película humanista y bella, tanto en su forma como en el fondo, que cuenta un trozo de la historia que muchos desconocerán de la Segunda Guerra mundial en una de esas islas que pocos se han parado a conocer, también, nos cuenta una bellísima historia sobre el conocimiento, ya este en los libros o en el pasado, y la fraternidad en estos tiempos modernos de individualismo y solitarios, y porque no decirlo, cuenta una bellísima historia de amor de aquellos que saben que el tiempo sólo es bello y parece mejor, cuando se está con aquellos a los que se ama.