El orden divino, de Petra Volpe

MUJERES EN PIE DE GUERRA.

El ritmo de la canción “Soulshake” de Peggy Scott y Jo Jo Benson nos da la bienvenida a la película (volverá a sonar en otro instante de la cinta, muy significativo en el devenir de los hechos) mientras vamos viendo imágenes documentales de finales de los 60, en plena ebullición de libertad, alegría, rock ‘n roll y amor. De golpe, las imágenes se detienen en seco, y nos sitúan en un pequeño pueblo de Suiza de 1971, donde se respiraba, por así decirlo, otro ambiente, más oscuro, conservador y católico, un lugar donde ese tiempo de cambios políticos, sociales, económicos y culturales, que estaban despertando al mundo occidental, todavía no habían llegado a ese país, ni por ese lugar. La película se sitúa en la mirada de Nora (que al igual que la heroína de Ibsen, deberá tomar las riendas de su vida) madre de dos hijos y feliz mente casada, o al menos así lo cree, una serie de circunstancias familiares y la negativa de su marido Hans para que acepte un empleo, le harán convertirse en la líder del movimiento de mujeres para reclamar derechos y liberaciones, así como el derecho al voto femenino. Se le sumarán otras mujeres como Theresa, su cuñada, que vive infeliz junto a su marido depresivo y una hija adolescente muy díscola, también, Vroni, una veterana de la lucha femenina, y finalmente, Graziella, una italiana inmigrada que vive a lo suyo sin necesidad de marido. Otras mujeres reticentes al principio, se acabarán sumando a la causa femenina, dejando sus maridos, sus hijos y sus hogares a su merced.

La directora Petra Volpe (Suhr, Suiza, 1970) construye una película sobre mujeres, sobre política y sobre la necesidad de abrirse al mundo, de la protesta ante los abusos del patriarcado, de una película que nos habla de un tiempo en concreto, pero que aquella lucha que rompió muchas barreras, sigue igual de vigente, porque todavía sigue habiendo otros muros que tirar. La cinta de Volpe tiene un ritmo endiablado, lleno de energía y sabiduría, en el que seguimos a este grupo de mujeres encabezado por Nora que descubre un mundo maravilloso, liberador y lleno de esperanza, un camino duro y complejo, pero en el que dejarán de ser las esposas, madres y cuidadoras, para ser ellas mismas, descubrir sus cuerpos, sus vaginas, sus orgasmos, y sentirse plenas, luchadoras y en paz, sabiendo y conociéndose como cualquier hombre, en igual y equidad de condiciones íntimas y sociables.

Una película donde la reivindicación política está llena de alegría y cooperativismo, de amistad y compromiso, alejada de algunos títulos soporíferos donde la política se convierte en aburrida y sesuda, aquí no hay nada de eso, la política es una fiesta, un proyecto común para luchar por sus derechos femeninos, un grito de libertad de las mujeres, un golpe de rabia para conseguir derechos y no sentirse menospreciadas por sus hombres y el entorno conservador. Volpe ha hecho una película llena de drama, porque lo que hay y mucho, pero sin caer en el dramatismo, explicando las diferentes situaciones hostiles a las que tenían que enfrentarse aquellas mujeres sometidas al amparo del patriarcado, aunque, también hay humor, mucho humor, donde la música juego un papel determinante, como motor para narrar todos aquellos cambios que se estaban produciendo en el mundo. La fantástica interpretación del grupo de mujeres, donde destaca la composición de Marie Leuenberger, que da vida a Nora, desde su cambio de imagen, soltándose el pelo, dejando esas faldas alisadas de cuadros, y dejando paso a los tejanos ajustados, y a las botas camperas, y las camisas de rayas y las chaquetas de cuero, y sobre todo, dejando salir todo lo que siente, lo que bulle en su interior, levantándose del yugo masculino, y dando un golpe en la mesa, en ese pueblo, y en toda Suiza.

Volpe ha cimentado una película de grandes hechuras, que seduce con su naturalidad, exponiendo sus temas desde muchos puntos de vista, sin caer en la condescendencia ni el sentimentalismo, dejando cocer a fuego lento sus imágenes, profundizando en todos los aspectos de la lucha femenina, y como éstos afectan a los hombres, tanto abuelos, padres e hijos, sin tomar partido, ni mucho menos juzgando, haciendo cine serio, riguroso, imaginativo y lleno de energía y humor, en el que describe fabulosamente el contexto histórico de la época, mostrando lo bueno, y no tan bueno, lo que alegra, y lo que entristece, en ese camino que emprendieron tantas mujeres por romper el medievalismo de la mujer, tanto en su hogar como en la sociedad, y abriendo una puerta a un mundo de sueños, de libertad, de justicia y de orgasmos, donde la mujer será lo que ella quiera ser, sin necesidad del amparo masculino, descubriendo su cuerpo, su vagina, experimentando su sexualidad, sus acciones, su experiencia laboral, su vida, al fin y al cabo, en libertad y armonía con sus ideas, reflexiones y pensamientos, vivir como le plazca, sin obstáculos ni muros que se lo impiden, lanzándose a la vida por ellas mismas, una lucha que todavía continúa.

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