Vientos de la Habana, de Félix Viscarret

Poster 700x1000 SS FECH AFLA AMARGURA DE LOS PERDEDORES.

“Siempre hago lo que no quiero hacer, y

casí nunca hago lo que quiero hacer”

El asombroso e inagotable universo del escritor Leonardo Padura (1955, La Habana, Cuba) en el que describe con amargura y nostalgia cierta idea de lo que pudo haber sido y no fue en sus novelas, eunl desencanto de la revolución y sus restos, un mundo envejecido y triste, poblado por seres que se pierden en la melancolía de lo que conocieron y dejaron atrás, y sueñan con un futuro diferente que no acaba de llegar, y alimentan esperanzas vanas o ilusorias de una realidad que duele, que se cae a trozos y deja poco espacio para la vida. Padura observa tanto su mundo como sus personajes de forma crítica, aunque les tiende alguna mano que otra para que consigan salir a flote en esta isla a la deriva en que se ha convertido Cuba. Sus novelas ya han sido materia prima de varias películas, en el 2011, colaboró como guionista en la película colectiva 7 días en la Habana, tres años más tarde, escribió el guión junto al director Laurent Cantet de Regreso a Ítaca, que recogía varios pasajes de su novela La novela de mi vida.

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Ahora llega la adaptación de su libro Vientos de cuaresma (protagonizada por su emblemático inspector de policía Conde) guión que ha escrito junto a su mujer Lucía Coll y ha contado con la colaboración del director Félix Viscarret (1975, Pamplona). El arranque de la película es brutal, situando al espectador en las calles nocturnas y desiertas de La Habana, mientras un camión va inundándolo todo de humo frío para combatir el terrible azote de los vientos cálidos. Unas imágenes fantasmales llenas de ironía y crueldad. El director Félix Viscarret que, debutó en el 2007 con la excelente Bajo las estrellas (que retrataba a un trompetista fracasado que volvía a su pueblo natal junto a su hermano perdido y la cuñada de la que se enamora) se ha dedicado este tiempo al campo televisivo dirigiendo series, dirige con oficio y sobriedad una película de corte clásico, un noir de los de toda la vida, con policías románticos y desencantados, aficionados al ron, que deambulan por las callejones oscuros, los tugurios donde escuchan jazz, y recaba información a través de confidentes de medio pelo, y anda dando tumbos a la espera de algo o alguien que lo saque de su desidia y eterna tristeza, en el que no falta de nada, la femme fatale que enamora al protagonista, pero que encierra oscuridad y misterio, policías jóvenes con ansias de comerse el mundo, compañeros del cuerpo y rivales, jefes que ocultan cosas y no son muy transparentes, y finalmente, una mujer muerta, aparentemente de vida ejemplar como profesora, y políticamente admiradora de la revolución, pero parece que andaba metida en cosas que no eran del todo claras para la salud.

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La película respira sobriedad y pausa, su trama nos conduce por una intriga bien definida que nos atrapa, y se desenvuelve con holgura, sujeta a cambios y giros inesperados que ayudan a comprometernos con lo que se cuenta, con la jungla urbana de La Habana omnipresente, que guarda misterios y elegancia del pasado, y un presente olvidado, ruinoso, y crepuscular, de una revolución que agoniza y un pueblo marcado por la pérdida y la ausencia, en un magnífico trabajo de ambientación, en el que se consigue una atmósfera espectral y caribeña, en la que se respira miedo e inseguridad. Un viaje interior lleno de personajes que mienten y callan, porque hablar siempre es sinónimo de problemas, una trama que nos conduce hasta el pasado, al instituto donde Conde estudiaba, a lugares sórdidos y oscuros donde la vida no vale nada, a turbios locales y pisos de pasillos interminables en los que se fragua el alcohol, las drogas, pobladas de gente de mal vivir.

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Un gran plantel de intérpretes en los que sobresale el riguroso trabajo de Jorge Perugorría, componiendo un policía cansado y melancólico como la ciudad que se mantiene a su alrededor, alguien que perdió demasiado por el camino y no logra encontrar algo que lo devuelva a la vida (es un escritor frustrado, que sólo escribe cuando se enamora,  como uno de los personajes de Regreso a Ítaca), que se agarra a su balsa, escenificada en Karina, esa mujer de la que no sabe nada pero que no ceja en su empeño, y vive una pasión desaforada e irreal, Lissette, la profesora asesinada, que da vida Mariam Hernández, en un trabajo de los que dejan huella, mostrando con detalles todo ese mundo sórdido, de sexo y alcohol, en el que se encerraba en las cuatro paredes de su casa, y finalmente, uno secundarios, a la altura de la trama, los Luis Alberto García (el inválido veterano de la guerra de Angola), Vladimir Cruz (actor de la emblemática Fresa y chocolate, con Perugorría, aquí el compañero rival) y Enrique Molina, veterano actor, que da vida a ese jefe/padre que ayuda y reprende a Conde según haga el peculiar inspector con métodos propios y ajenos al cuerpo. Cine negro, que nos introduce en lugares de una ciudad soñada por muchos, olvidada por otros, pero que sigue en pie, vieja y oxidada, pero en pie, manteniendo la dignidad que unos le intentaron robar, y no consiguieron, porque los que todavía la habitan siguen amándola, a pesar de todo lo que les arrebató, pero quién dijo que todo iba a ser así, cuando se pensaba en todo lo contrario.


<p><a href=”https://vimeo.com/168024028″>Vientos De La Habana – Trailer</a> from <a href=”https://vimeo.com/tornasolfilms”>Tornasol Films</a> on <a href=”https://vimeo.com”>Vimeo</a&gt;.</p>

 

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