LA CUESTIÓN POLÍTICA.
La cinematografía de Pere Portabella (Figueres, 1927) arrancó a finales de los 50, produciendo tres títulos emblemáticos del llamado “Nuevo cine español”: Los golfos, de Carlos Saura (1959), El cochecito, de Marco Ferreri (1960), y la mítica Viridiana (1961), que devolvía a Luis Buñuel a España, después de su exilio en México. Su universo se caracteriza por un cine de su tiempo, que investiga factores políticos y sociales, de investigación social y cinematográfica, donde todo tiene su sentido y está marcado por una profunda reflexión de su autor, un cine radicalmente moderno, que busca nuevos caminos de expresión y lenguaje, más conectado con cineastas como Marker o Godard, donde a través del estudio exhaustivo de la representación cinematográfica, ha elaborado un discurso que conversa abiertamente con las imágenes, el sonido y los demás elementos, con el fin de construir un dispositivo formal que no cesa de mutar y cuestionar el cine, su representación, y lo que provoca en los espectadores. En 1967 debuta con No compteu amb els dits, a la que seguiría la continuación Nocturno 29 (1968), donde crítica con dureza la burguesía catalana, apoyándose en una luz de contrastes del gran Luis Cuadrado, con Vampir-Cuaduc, explora nuevas formas de expresión cinematográfica a través de los sonidos y la imagen, en Umbracle (1972), fragmentaba la imagen para devolverle su naturaleza expresiva más primigenia, en El sopar (1974), reunía a expresos políticos el día de la ejecución de Puig Antich. En la década de los 80 se dedica a la actividad política como parlamentario, volvió con Pont de Vàrsovia (1989) donde criticaba con dureza a esa clase intelectual pudiente que había crecido durante la democracia, en el 2007, con El silencio antes de Bach, indagaba las relaciones entre la música y el cine. Sin olvidarnos del grupo de piezas cortas que ha ido realizando a lo largo de su carrera, donde ha investigado los distintos formatos y texturas, a través de las artes y las cuestiones sociales y políticas.
En 1976, realiza de forma clandestina Informe general sobre algunas cuestiones de interés para una proyección pública, una película rodada de manera clandestina, que abordaba desde una perspectiva social, económica y política el final del régimen franquista, y el nuevo estado democrático y de derecho que se estaba construyendo, valiéndose de la intervención de políticos e intelectuales que participarán activamente en la creación del nuevo país. Cuarenta años después, Portabella vuelve a medir el pulso político con su nueva película, un documento del aquí y ahora, elaborado con herramientas de ficción, donde siguiendo las estructuras y formas de su antecesora, pone cuestiones sobre la mesa de los acontecimientos sociales que han abierto nuevos caminos a la situación política del país. Su manera de abordar las distintas y complejas situaciones son las de un observador de mirada crítica y audaz, manteniendo y exponiendo su dispositivo cinematográfico para provocar la reflexión en el espectador, que se convierta en un ser activo que se cuestione lo que está viendo, a través de una mise en scène cuidada al más mínimo detalle y elegante, cargada de elementos y objetos que formulan preguntas constantemente. La película mantiene tres lecturas, en la primera, nos introduce en el interior de un museo, el Centro de Arte Reina Sofía, donde a través de unas jornadas sobre política y economía, nos adentramos en una serie de conversaciones donde los responsables del museo debaten sobre una serie de cuestiones relativas al espacio público que representan y las obras de arte, la importancia de una institución de esas características en el modelo de estado y su relación con los ciudadanos.
En la segunda, Portabella reúne a una serie de intelectuales, científicos, activistas sociales o militantes políticos, que inteligentemente colocados en el cuadro de manera que sus conversaciones nos lleguen a los espectadores de forma constructiva, y finalmente, se apropia de imágenes de archivo, filmadas por otros, donde vemos las calles y plazas tomadas por los ciudadanos protestando por el modelo político, que construyen otra línea de investigación, no sólo a lo que estamos mirando, sino también a su construcción cinematográfica. El cineasta gerundense nos sumerge en el ámbito público y privado, su película está en continuo movimiento, no cesa de construirse y cambiar en todo momento, a partir de secuencias propias dotadas de una personalidad propia, pero es en el montaje que adquieren el todo, el discurso total que busca Portabella, a través de distintos elementos que acaban convergiendo en uno sólo. Múltiples ideas que discuten unas con otras para provocar y transgredir las ideas de cada uno, y sobre todo, con el fin de que las imágenes y las palabras ayuden al análisis y la reflexión profunda de las cuestiones que se conversan. Si en la película que filmó en 1976, el país se encontraba en una situación de transición, donde los franquistas se negaban a ceder el país, y los demócratas, intentaban establecer un estado de derecho y constituyente. Ahora, la situación es parecida, en un contexto diferente, el aburguesamiento de la clase política ha provocado la aparición de nuevas ideas y formaciones políticas que cuestionan este modelo de estado y piden una democracia real, más preocupada por el pueblo, y no por los intereses estatales y mercantilistas.