The Skeleton Twins, de Graig Johnson

11179342_800Recomponiendo los pedazos 

La película arranca con un joven en la treintena que se encuentra en su piso, está borracho y pone música. Al rato, se mete en la bañera y vemos como la sangre comienza a teñir el agua. Corte a una chica de la misma edad, que se mira al espejo y tiene en una mano un vaso de agua y en otra, un puñado de pastillas. Cuando está a punto de tomárselas, le suena el móvil. Después de este prólogo, a todos nos daría por pensar que estamos ante un drama de corte existencial, una de esas películas donde unos personajes hartos de todo buscan un sentido a sus pobres vidas. Pero no, Graig Johnson, en su segunda obra, (la primera, True adolescents -2009-, no se ha estrenado por estos lares) no nos introduce en ese tipo de berenjenal metafísico, aunque si nos presenta a dos personas con vidas maltrechas, pero su tono es completamente diferente, y tampoco nos quiere transmitir ningún mensaje de laboratorio. The Skeleton twins, nos habla de Maggie y Milio, dos hermanos gemelos que llevan una década distanciados por algo que sucedió entre ellos, y además arrastran un pasado tormentoso con su progenitora, que les ha conducido a no encarrilar sus existencias. Tras el intento de suicido frustrado de Milo, Maggie se lo lleva a su casa, situada en Nueva York, en los días fríos de Halloween, donde vive con Lance, un marido bueno pero inmaduro, con la intención de recuperar la relación con su hermano. Milo, por su parte, es un actor en paro, que se gana la vida sirviendo cafés, y también, arrastra una ruptura no superada con Billy, su profesor de inglés, con el que volverá a cruzarse. Johnson sazona su relato de grandes dosis de comedia, también hay drama, aunque no uno de rompe y rasga, sino el de mirarse a la cara, de frente, y sacar todo lo que hemos guardado durante años, esas cosas o momentos de nuestras vidas donde nos hemos sentido mal y nunca nos hemos atrevido a sacarlo, a expresarlo, a hablarlo para sanar las heridas y continuar con el camino. Si Milo anda de capa caída, su gemela Maggie no se queda atrás, su matrimonio no le satisface sexualmente, y frecuenta a otros hombres. Dos almas rotas, dos seres que son incapaces de expresar sus emociones ante el otro, en este caso, el hermano que tienen delante. Johnson plantea una historia intensa, emotiva, divertida y sobre todo, una cinta donde seamos conscientes de nosotros mismos, de los errores que cometemos, y seamos lo suficientemente valientes para admitirlos a las personas que queremos, para empezar a perdonarnos a nosotros y a los que nos rodean. Quizás en algunos momentos, la trama fuerza algunas situaciones, apartándose del tono que ha caracterizado buena parte del metraje, aunque la buena labor de la pareja protagonista hace el resto. La excelente química que desbordan, no obstante empezaron juntos en el programa de humor de tv Saturday Night Live. Kristen Wiig, vista en La boda de mi mejor amiga (2011), y Bill Hader, que hacía de amigo con gafas del protagonista en la reciente La desaparición de Eleanor Rigby. Rescatar el maravilloso momento del playback, donde cantan a dúo la canción Nothing’s gonna stop us now, de los Starship, que nos recuerda a otra reciente igual de divertida, el I’m so exited, de The pointer sisters, que se marcan los azafatos de vuelo en Los amantes pasajeros (2013), de Almodóvar. Dos jóvenes talentos dotados para la comedia más clásica y también, para sufrir, en esta cinta agridulce que reflexiona sobre los seres ajados que arrastran trastornos emocionales y sentimientos de culpabilidad que les impiden estar bien.

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