Shira tiene 18 años y está emocionada porque va a contraer matrimonio con un joven de su misma edad. Vive en alguna ciudad de Israel, junto a su familia, que pertenece a la comunidad judío ortodoxa. Pero los planes de boda de Shira, sufrirán un inesperado giro cuando su hermana mayor fallece tras dar a luz. Ante el temor de la abuela de perder a su nieto, instigará a su hija Shira a casarse con su hasta ahora cuñado. Rama Burshtein, nacida en New York, pero de origen hebreo, que debuta en la dirección con esta historia ambientada en la actualidad y en el seno de un entorno profundamente religioso, nos presenta un relato que brota desde el corazón, lleno de intensidad, emocionante, directo, sin concesiones, alejado de cualquier tipo de manierismos. Burshtein, practicante del credo judío ortodoxo, utiliza el vehículo del cine como medio para dar voz y presentar al mundo su comunidad: su vida diaria, sus fiestas, canciones, oraciones, las relaciones personales y familiares… Llenar el vacío, es una fábula de nuestro tiempo, que se vale de un tratamiento formal muy estilizado, los planos de equilibrada y ajustada definición, son asfixiantes y muy cercanos, combinada con una ausencia en movimientos de cámara y música extradiegética, así como, de un entramado que se desarrolla en cuatro paredes, ya que la mayoría de sus localizaciones se focalizan en interiores. Un ajustado planteamiento que deriva en una historia construida a través de nuestros sentimientos más profundos. En un mundo dominado por hombres, donde las mujeres comparten un segundo plano, emerge la figura de una mujer joven, Shira, que tiene que buscarse a sí misma y mirarse en su espejo interior para descubrir la naturaleza de sus sentimientos, para descubrir sus propias necesidades, saber que quiere, como lo quiere y con quién quiere. La responsabilidad de la tradición familiar enfrentada a las necesidades del individuo es el discurso donde se vértebra este sincero y emotivo cuento. Destacar el magnífico trabajo de dirección de actores de Burshtein, donde la interpretación de la joven actriz Hadas Yaron, galardonada con la Copa Volpi a la mejor actriz en la Mostra de Venecia del 2012, en un registro donde la mirada y el gesto de la intérprete adquieren una fuerza mágica y llena de luz, convirtiéndola en el alma de la función y en la auténtica pieza maestra de todo el entramado emocional del relato. Algunos espectadores encontrarán en la película rasgos y abundantes señas de Yentl (1983), de Barbra Streisand, la fábula de la joven que no le quedaba más remedio que disfrazarse de hombre para poder estudiar y desarrollarse como persona. Shira, como le sucedía a Yentl, pertenecen a esas mujeres que luchan con todas sus fuerzas a su alcance para hacer valer lo que sienten, y sobretodo, a no tener miedo por lo que sienten ante una sociedad que las discrimina y las empuja a convertirse en lo que no desean.