Les Combattants, de Thomas Cailley

Les_combattants_poster_franciaSOBREVIVIR A LA EXISTENCIA

Arnaud es un joven que vive en un pequeño pueblo costero francés. Su padre, carpintero de profesión, acaba de morir. El joven se debate entre continuar el negocio familiar junto a su hermano mayor o alistarse en el ejército. Todo cambia cuando conoce a Madeleine, una joven de su misma edad que está obsesionada con el fin del mundo y se prepara concienzudamente para ello. Los dos se enrolan a un campamento militar durante 15 días en verano, y es en ese lugar, rodeado de vida castrense, donde darán rienda suelta a sus objetivos y emprenderán su camino.

Thomas Cailley (Clermont-Ferrand, 1980) debuta en el largo con una película (ganadora de los premios a la mejor película y a la crítica en la Quincena de realizadores del Festival de Cannes de 2014), que arranca como una comedia romántica, que huye de los convencionalismos del género, para rápidamente cambiar de estilo, y convertir esta aventura de chico conoce a chica, en una cinta totalmente diferente, donde hay espacio para el realismo social (la falta de oportunidades con las que se encuentran los jóvenes en la Europa “unida y democrática”), para luego mutarse en una aventura militar, donde los protagonistas se descubrirán a sí mismos y sobre todo, al otro, y no intentarán imponerse al contrario, sino aceptarlo como es. Y finalmente, el film vuelve a girar de rumbo y convertirse en una suerte de película de supervivencia, (donde el paisaje, un bosque frondoso donde cruza un río, se vuelve el centro de la trama), con desenlace apocalíptico, sin olvidar el contenido social que se respira en todo el metraje. Una banda sonora plagada de temas electrónicos ayuda y de qué manera, a escapar de ese tono de comedia romántica al uso con la característica música que acompaña a la historia invadiéndola de toneladas de caramelo. Aquí, la música describe situaciones, y funciona como fuerte contraste a lo que se nos está contando.

Una fuerte apuesta también es la elección de la pareja protagonista, por un lado, tenemos al chico (interpretado por el joven Kévin Azaïs) que pertenece a esos jóvenes de la tierra, que tienen un ambiente familiar adecuado, y parece que su vida está ya programada, no son ambiciosos, y resultan apocados y reservados. Frente a él, está Madeleine, toda visceral y con carácter, pero frágil, y tremendamente ambiciosa, compleja y ardiente, una mujer que no se rinde ante nadie y nada, un volcán en erupción, que al principio chocará fuertemente con Arnaud, pero el tiempo y la convivencia, los irá acercando y complementando, porque lo que no tiene uno, al otro le sobra, y viceversa. La joven actriz Adèle Haenel (que debutará con la interesante Los diablos, en el 2002, y también pudimos verla en L’apollonide, de Bonello, entre otras) ganadora de todos los premios a la mejor interpretación allá por donde ha ido, realiza un trabajo descomunal y lleno de energía, que si bien al inicio su personaje resulta algo antipático y presuntuoso, a medida que avanza el relato, se convertirá en una alma perdida y a la vez humana que, al igual que todos, necesita cariño y comprensión. Una estupenda película que muta formidablemente ofreciendo un variado tipo de tonos y registros para adentrarse en una cinta sobre las emociones, y sobre la soledad y la incertidumbre de unos tiempos convulsos y vacíos de oportunidades.

Hermosa juventud, de Jaime Rosales

287838Bello y doloroso retrato actual

El universo cinematográfico de Jaime Rosales está compuesto de 5 títulos, todos ellos, independientes entre sí, pero parecidos en su dramaturgia. Sus películas están situadas en un entorno familiar complejo, que nos remite a nuestra incapacidad para comunicarnos, y en todas ellas, irrumpe de forma imprevista y brutal la violencia en la vida cotidiana. Cada una de sus obras son saltos al vacío formales que,  a través de los diferentes formatos audiovisuales existentes, exploran nuevas formas de lenguaje cinematográfico: la polivisión en La soledad (2007), el teleobjetivo en Tiro en la cabeza (2008), y los planos descabezados en Sueño y silencio (2012). En Hermosa y juventud, nos cuenta el día a día de Natalia y Carlos, una joven pareja de veinteañeros enamorados y sin recursos. Todo su frágil universo se viene abajo cuando Natalia se queda embarazada, después de tener a su hija, Julia, sobreviven en un tiempo, el de aquí y ahora, donde no hay trabajo y la cotidianidad se vuelve extremadamente difícil. Es la cinta más realista de Rosales, hay un discurso cargado de naturalismo social, la cámara esta vez se ha acercado más a los personajes, les ha concedido protagonismo, a través de sus palabras y gestos, pero sin juzgarlos, manteniéndose a la debida distancia, seguimos sus diálogos de cerca, como si nos los susurrasen, como si estuviéramos ahí. La cámara de Rosales sigue minuciosamente las situaciones en las que se ven sometidas sus criaturas, una juventud española perdida, desorientada, casi fantasmagórica, que se mueve, pero no vive. El paro, el aborto, la difícil convivencia con los padres, la emigración en busca de oportunidades como única salida. Una juventud que recurre al porno amateur para ganarse unos euros que les niega una sociedad injusta abocada al fracaso y la desesperanza por falta de recursos para sus ciudadanos. En su camino de experimentación con la imagen, Rosales mezcla el 16 mm (80% del metraje), con las imágenes realizadas por los mismos intérpretes: las fotografías con smartphones, los mensajes de whatsapps y las llamadas por skype, las cuales componen unas magníficas elipsis temporales que dotan al discurso de la película de un naturalismo radical. Mención aparte tiene el trabajo actoral, que a pesar de tratarse de intérpretes profesionales en su mayoría, construyen unos personajes que parecen extraídos de la propia realidad. Entre los que destaca, por encima de todos, la bellísima composición de Ingrid García-Jonsson, heroína a su pesar de su existencia, que aparte de su belleza, esconde en su aspecto frágil, una resistencia titánica que le ayuda a tirar siempre hacia delante a pesar de todo y todos. Rosales ha fabricado una fábula social que habla de nosotros y del entorno urbano que nos movemos diariamente, un brillante documento de nuestro tiempo, de nuestras miserias, esperanzas e ilusiones.