Entrevista a Llàrzer Garcia, dramaturgo y director de la obra de teatro “Al final, les visions”, en su domicilio en Barcelona, el jueves 28 de julio de 2022.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Llàtzer Garcia, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
La trayectoria de Ventura Pons (Barcelona, 1945) recuerda a otros tiempos, a aquellos cineastas clásicos que no cesaban de rodar películas, ya que su filmografía en la que suma ya la friolera de 31 títulos, una carrera que arrancó hace más de cuatro décadas, en 1977 con el documental Ocaña, retrat intermitent, después de haber dirigido una veintena de obras de teatro. Después de una primera parte digamos localista, dedicada a comedias más o menos dulces o trágicas, entre las que destacarían El vicari d’Olot, La rossa del bar o Puta miseria!. A partir de 1994 con El perquè de tot plegat, basada en una novela de Quim Monzó, su cine cambia de rumbo y adquiere una notoriedad internacional y filmando siempre en catalán (a excepción de algún título en inglés) llega a un público más amplio, que en sucesivas películas, basadas en novelas o obras de teatro de autores contemporáneos interesantes de la talla de Benet i Jornet, Belbel, Baulenas o Torrent, en las que rueda una peli anual, incluso un par, entre las que podríamos destacar, Actrius, Amic/Amat, Animals ferits o Amor idiota, y también algunos documentales que repasa figuras de la cultura catalana que mantuvieron una gran amistad con el cineasta.
Su película número 31 captura la figura peculiar, controvertida y singular de Salvador Dalí (1904-1989) uno de los pintores más importantes del siglo XX, pero no lo hace a través de su figura, sino a través de la mirada de su hermana Anna Maria, tres años menor que él, y su primera musa. Pons plantea una película sumamente atractiva y fascinante, en la que arranca con la visita de Maggie, una antigua amiga inglesa de la hermana a Cadaqués, en la que las dos señoras octogenarias mantendrán una conversación larguísima en la que se repasaran la vida y milagros de los Dalí, desde aquellos años de esplendor en la España republicana donde la familia y los hermanos se avenían, con las visitas de Lorca en aquellos veranos donde el sol bañaba los campos, las playas y la luz estallaba de alegría y las noches nunca se acababan, pasando la guerra, el distanciamiento de los hermanos que duró cuarenta años, el éxito de Salvador y demás. El cineasta barcelonés da buena cuenta de casi ochenta años en la familia Dalí, convertida en una tragedia griega, donde las risas y las alegrías de los inicios dan paso a la tristeza y el dolor, cuando el pintor alcanzará su extraordinario éxito mundial con su arte y se casará con Gala.
Pons construye una película centrada en la familia, en las relaciones tormentosas y en la amistad y el amor de dos hermanos que el tiempo y las diferentes miradas distanció en una relación irreconciliable. La película destila humanidad y sencillez, en la que destaca Cadaqués, el lugar neurálgico de la vida de los Dalí, esa Arcadia feliz de los primeros años, ese lugar donde volver, donde siempre ser niños, donde el tiempo parecía detenido, y donde su fuerte tramuntana parecía volver locos a todos, en el que la vida tenía sentido, y donde los recuerdos y la memoria permanecía intacta y bella, como si el tiempo fuera incapaz de borrarlos, como si no pudiese ejercer su inquebrantable destino sobre ese lugar donde los sueños se hacían realidad y la vida parecía vida y nada más. El director catalán desestructura su película con idas y venidas en el tiempo, como se va recordando, como mencionaba García Márquez, en los que Anna Maria nos cuenta y no susurra describiendo aquellos años, donde vemos crecer a Salvador, sus pinturas (que por cierto, no veremos ningún cuadro durante el metraje) sus relaciones, los amores frustrados, su codicia, su éxito, y todos aquellos que pululaban en su entorno, unos con buenas intenciones, y otros, no tanto.
Una vida contada en la que hay alegrías y tristezas, risas y dolor, en el que la familia se ubica en el pilar de Salvador y su hermana, y el éxito y otras personas separó irremediablemente, pero que Pons no toma partido por ningún personaje, ni tampoco juzga, cuenta su versión, los hechos que unos y otros explican, donde Anna Maria se encuentra en el centro de la tragedia familiar, porque en este tipo de casos todos tienen su responsabilidad, ya sea de manera consciente o no. Un reparto muy extenso y con gran oficio entre los que destacan Siân Phillips y Clarie Bloom, dos excelentes actrices británicas, de grandísima trayectoria, que interpretan en inglés, a Anna Maria y su amiga Maggie, la estupenda presencia de Josep Maria Pou como el patriarca de los Dalí, el fantástico y enérgico Joan Carreras como Dalí, los debutantes Eulàlia Ballart y Jose Carmona como la Anna Maria joven y Lorca sacan cum laude en sus respectivas interpretaciones, y después, como es habitual en el cine de Pons, una buena representación de la escena catalana con los siempre efectivos y naturales Marta Angelat, Vicky Peña, Joan Pera, Mercè Pons, Joan Crosas, Carme Sansa, etc…
Pons ha construido una película bellísima y encantadora, quizás una de las mejores de su extensa filmografía, que en ningún momento notamos su largo metraje (165 minutos) porque todo sucede de manera pausada y bien definida y acomodada, donde cada personaje adquiere su protagonismo, donde las cosas se van contando de manera que se recuerdan, donde viajamos por diferentes países y continentes, donde todo sucede como si estuviéramos soñando, en algunas ocasiones, y en otras, como si la realidad se convirtiese en un azote maligno, donde hay luz y tinieblas, en el que somos testigos de la existencia y la vida de una familia a lo largo del convulso y cambiante siglo XX, a través de la vida y las relaciones convulsas de una saga de puertas adentro, cuando nadie ve y lo de fuera queda lejos, cuando las cosas se dicen a la cara, y donde las verdades y mentiras salen a relucir, cuando cada persona manifiesta sus sentimientos y las emociones se imponen, cuando el tiempo y la distancia ocurre en un abrir de ojos o un abismo los separa y se pierden en el tiempo que no volverá jamás.