Natura Bizia, de Lexeia Larrañaga

EL ALMA DE LA NATURALEZA.  

“Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente; enfrentar solo los hechos de la vida y ver si podía aprender lo que ella tenía que enseñar. Quise vivir profundamente y desechar todo aquello que no fuera vida… para no darme cuenta, en el momento de morir, que no había vivido”.

Henry David Throeau

La serie “El hombre y la tierra”, del grandísimo Félix Rodríguez de la Fuente (1928-1980), emitida en Televisión Española desde 1974 a 1981, ayudó a cientos de miles de generaciones de este país, a experimentar la naturaleza y su biodiversidad con otra mirada, descubriéndonos mundos ocultos, y nos educó a admirar y respetar nuestro entorno natural y animal. Un legado impresionante que todavía perdura a día de hoy. A partir del siglo XXI, y a partir de la instauración de Wanda Natura, productora dedicada al documental sobre naturaleza, han aparecido películas que recogen el legado del enorme divulgador y defensor de la naturaleza Rodríguez de la Fuente, como los Joaquín Gutiérrez Acha que ha dirigido los interesantísimos Guadalquivir (2013), Cantábrico (2017), y Dehesa, el bosque del lince ibérico (2020), o Arturo Menor con su aplaudidísimo Barbacana, la huella del lobo (2018), películas que vienen a alimentar y renovar nuestra mirada a la naturaleza, y todo aquello que nos rodea.

A este grupo de cineastas, ha llegado Lexeia Larrañaga (Oñati, Guipuzkoa, 1985), que junto a Alex Gutiérrez han creado Avis Producciones para desarrollar películas documentales sobre naturaleza. Su primer trabajo es Natura Bizia (que podríamos traducir como “Naturaleza Viva”), una película que se sitúa en Eusakdi y Navarra, y nos hace un recorrido extenso, profundo, detallado y magnífico por su biodiversidad, arrancando en las profundidades del Mar Cantábrico, desde el microorganismo más invisible y oculto, pasando por los cetáceos más enormes de todas las profundidades del mar, deteniéndose en las aves marinas, y adentrándose en tierra firme, para seguir con las aves y sus dificultades para tener descendencia y los peligros a los que se enfrentan. Luego, descubriéndonos la vida en las altas cumbres empinadas y las cabras que habitan en lugares tan hostiles, y nos adentramos en los bosques, con sus ríos, sus plantas, sus animales, su supervivencia, y también, en las montañas calizas y erosionadas por el viento y el agua, y en su peculiar estructuras y formas, creando imposibles dibujos e ilustraciones.

La película nos invita a un viaje infinito, de una belleza sobrecogedora, arrancando durante lo más crudo del invierno y llegamos hasta el esplendor de la primavera, bien acompañados por una voz en off de José María del Río, que no solo detalla de manera admirable y concisa, sino que escarba en su memoria e historia, haciéndonos todo un proceso vital entre lo que fue y lo que es, dejándonos llevar por sus admirables y maravillosos 81 minutos de metraje, que saben a muy poco, porque la película nos habla de naturaleza salvaje y sobre todo, vital, de una vida que se nos escapa, que no llegamos a admirar, y sobre todo, que sobrevive a pesar de nosotros, en toda su belleza, en todo su esplendor, y crudeza, deteniéndose en transformaciones como la radiante metamorfosis de un gusano hasta llegar a la exultante belleza de la mariposa, el hábitat de los visones, en peligro de extinción, la berrea de los ciervos, los quebrantahuesos esperando carroña, o los pequeños animalillos que sirven de comida a las aves y demás depredadores.

El grandioso trabajo de cinematografía y montaje que firma Alex Gutiérrez, ayuda a mirar con detalle y armonía tanto descubrimiento y huecos inaccesibles, con el tiempo necesario para descubrir, para mirar y absorberse por la inmensidad de la naturaleza viva, como indica su ejemplar título, o la excelente composición de Julio Veiga, una música que se nos clava en el alma que posibilita que todo aquello que vemos, lo miremos con atención y asombro constante, dejándonos llevar por la belleza y el esplendor de la vida y la muerte. Natura Bizia entra con carácter, solidez e inteligencia a ese grupo de películas citadas anteriormente, que no solo muestran nuestra naturaleza en toda su biodiversidad y complejidad, sino que se convierten en muestras documentales únicas de un grandísimo interés divulgativo y científico, y no solo eso, sino en magníficas películas que van más allá de la documentación de un tiempo y una historia sobre la naturaleza y todos los seres vivos que la habitan, porque se convierten en estupendos retratos de una naturaleza que sigue sobreviviendo a pesar de todos los enemigos que la acechan que no son pocos, porque nuestra vida, la única que tenemos, depende única y exclusivamente de nuestro trato a la naturaleza y todo lo que no llegamos a ver ni comprender. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA