Marsella, de Belén Macías

marsella 1Madres en busca de sí mismas

 Han transcurrido seis años desde la opera prima de Belén Macias, El patio de mi cárcel (2008), tiempo en que la realizadora tarraconense los ha dedicado a la televisión, en series como La señora (2009), La princesa de Éboli (2010) e Historias robadas (2012). Ahora vuelve a la pantalla grande con su segunda película, Marsella, una historia intimista y sencilla, en la que plantea un conflicto realmente complicado y difícil, dos madres, la biológica y la de acogida, luchan por el cariño de Claire, una niña de 9 años. Las madres son totalmente antagónicas, con vidas muy diferentes, por un lado, tenemos a Sara (la que la parió), de 28 años, sin pareja, de oficio panadera, con un entorno familiar paterno durísimo y un oscuro pasado enganchada a las drogas y el alcohol. En el lado opuesto, Virginia (la de acogida), es una mujer de unos cuarenta y tantos años, casada con un francés, sofisticada, elegante y con un alto nivel de vida. Macías sitúa su relato en un viaje, en una road movie, la carretera como compañía y un trayecto, el que separan las ciudades de Madrid y Marsella, un destino en el que Sara quiere que su hija conozca a su padre biológico. El conflicto aparece cuando Sara tiene que entregar una carga sospechosa que lleva en el coche y se ausenta del hotel donde se hospedan, tiempo suficiente para que la niña se asuste y avise a la que todavía llama su madre, Virginia. El viaje continúa con las tres y su peculiar combate emocional para ganarse el amor de la niña. Un relato duro, que en ocasiones sobrecoge y nos plantea una cuestión sumamente aleccionadora e interesante: ¿Madre se nace o se hace? Macías no nos contesta a la pregunta, pero si nos abre distintas puertas y ventanas para que nosotros los espectadores lleguemos a nuestras propias reflexiones. La película entretiene, está cocinada a través de miradas y gestos, llena de momentos intensos y directos, es una lección de vida y amor, una cinta de carretera, que a modo de Ulises, no importa el destino Ítaca/Marsella, sino el trayecto y las circunstancias que se van encontrando. La directora sugiere y atrapa a través de emociones y sentimientos. Nos muestra un mundo de paso, lugares sin identidad, hoteles a la orilla, camioneros atrapados y honrados, a unos seres en tránsito que pululan de un lugar a otro, intentando sobrellevar no las cargas que se intercambian, sino las que pesan y las que cuesta sacar. Interesante mezcla de película de carretera y anclajes emocionales, en la que dos actrices, María León y Goya Toledo, resultan intensas y conmovedoras en sus respectivas composiciones, que encarnan una brillante antítesis de modos de ver la vida, una perdedora que es todo corazón, y la otra, la sobre protección materna instalada en la comodidad. Dos miradas, dos maneras que Macías sabe gestionar y presentar de un modo humano, sin caer en estereotipos que podrían desmerecer el relato. Un cuento para todos y de todos, que vendría a ser  como una mirada a la inversa de la última película de Hirokazu Kore-eda, De tal padre tal hijo (2013), si allí eran dos padres que tenían que lidiar con un hijo que no era el suyo, por un error al nacer, y se planteaban la paternidad, ahora lo que se plantea es lo contrario, la maternidad y el hecho de ser madre.

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