Manuel Gómez Pereira (Madrid, 1953) se ha hecho un nombre importante dentro del panorama cinematográfico nacional principalmente gracias a sus comedias: Todos los hombres sois iguales (1994), Boca a boca (1995), El amor perjudica seriamente la salud (1996) o Cosas que hacen que la vida valga la pena (2004), comedias agridulces, donde se planteaban variados temas, desde la guerra de sexos, las apariencias, los amores que no se olvidan o las segundas oportunidades. Unos relatos donde se habla de seres incapaces de lidiar con el amor, pero llenos de bondad y humanidad. Ahora bien, sus incursiones en el thriller o policíaco no se han saldado con los mismos resultados en taquilla o crítica. Su primera incursión en este terreno, fue en 1999 con Entre las piernas, basada en la novela de Joaquín Oristrell, uno de sus guionistas habituales, en la que se planteaba un triángulo amor/sexo mezclando una trama de asesinato con adictos al sexo, que contaba con un reparto de auténtico lujo, Victoria Abril, Javier Bardem y Carmelo Gómez. El resultado fue desigual pero tenía momentos de gran interés. Su segundo intento dentro del mismo género es en el 2008 con El juego del ahorcado, también basada en una novela, en este caso de la joven escritora Imma Turbau, siguiendo la línea de la anterior, dos jóvenes despertaban al sexo y la dependencia con fines trágicos. El resultado convenció y demostró las dotes de una gran actriz en ciernes, Clara Lago. Finalizada esta, y después de un período dedicado al medio televisivo en forma de series de variado éxito, Gómez Pereira vuelve al terreno del thriller con aroma a Hitchcock y a ese hombre que sabía demasiado, basándose de nuevo en una novela, en este caso del escritor británico Robert Wilson, especialista en novela negra (llevado a la pequeña pantalla en el año 2012, por Pete Travis, en una miniserie basada en una de las cuatro novelas de la serie Falcón, El ciego de Sevilla). El realizador madrileño, nos sitúa en Sevilla, en una trama que gira en torno a Javier Falcón, inspector de homicidios, en la que varios elementos confluirán en el entramado: la mafia rusa, los yihadistas islámicos, el CNI, un niño secuestrado, un caso anterior que enfrenta al pasado de una familia, y sobre todo, una historia de amor. La película guarda cierto interés, pero adolece en la trama, que es demasiado peliaguda, y no acaban de encajar las piezas en juego. El oficio de algunos actores como Juan Diego Botto, el personaje más complejo y seductor de la historia, que establece con el personaje de Paz Vega, -correcta y eficaz en su composición- una relación de amor y necesidad. La falta de química entre los dos intérpretes es uno de los temas que más llaman la atención. Otros intérpretes destacados son los siempre eficaces Alberto San Juan y Cuca Escribano, con roles secundarios, pero que tienen un gran peso en la trama. Policíaco desdibujado con altibajos, que no acaba de tomar forma, en la que destaca su impecable diseño de producción, y también por la elegancia de sus localizaciones, la citada Sevilla, que se mueve entre la sofisticación y lugares oscuros, las montañas y el zoco de Tánger, y los rincones ocultos de Madrid, escenarios que sirven para dibujar un panorama exótico que aparentemente puede ser interesante, pero le falta un guión más elaborado y unos personajes que deberían expresar más emotividad. No obstante, la película es un intento aceptable de hacer un cine de género serio en este país, aunque los resultados podrían haber sido más satisfactorios.